Sopa de albóndigas con la carne de gallina
El día que me decidí a hacer esta sopa, con tan solo mirarla -o tan solo olerla, no estoy segura- me vino el recuerdo de Robert Redford en Jeremiah Johnson; qué guapo el jodi'o, con esas greñas y esa barba tan rabiosamente asilvestrado caminando junto a un gigantesco oso por las nevadas rocosas tan cuajadas de largos silencios y primeros planos de mirada curtida y algo perdida por las inmensidades del estado de Utah.... mira, lo escribo y se me ponen los pelos como escarpias. Supongo que es lo que tiene vivir entre montañas nevadas, en pleno temporal de nieve, con una caldera a la que se le haya "quemado" una pieza y se pare cada 15 minutos tardando dos horas en volver a arrancar. Así cualquiera termina con la carne de gallina, no tiene mérito.
Pero paso de enfriarme. Yo ni caso, al Redford que es mucho más entrañable que la puñetera caldera. Recuerdo más de una tarde de domingo sentadas mi madre y yo delante de las aventuras del Jeremías, una película con pocos tiros para que enganchara la atención de mis hermanos, donde además se hablaba poco, así que no había que esperar mucho para que se despejara el sofá de niños inquietos y así, mi madre y yo podíamos babear a gusto. Y llorar -porque, ains, que mal momento tiene el film- sin que nadie soltara eso de:
-ja-ja... está llorando!
-snif... y qué ... snif... y calla ya, loro!
-maaaamá, me ha llamado lorooooo
-de verdad hijos -suspiro- con vosotros no hay manera de ver la tele tranquila
Y de ahí, a que se soltara un pellizco, una patada perdida o un capón había una delgadísima y fragilísima línea que una vez quebrada solo nos arrastraba al desastre familiar: mi madre preguntándole al techo del salón qué había hecho para tener unos hijos tan antipáticos -o algo peor- mi padre que al oír los lamentos de mi madre se despertaba de la sienta soltando gritos a lo que "pero es que no podéis ver a vuestra madre tranquilaaaa" y, como respuesta, un coro perfectamente sincronizado de:
-Yo no he sidoooo
-A empezado él!
-Claro, siempre me la cargo yo por su culpa
- Pero si no he hecho nada
-Buaaaaahhhhhh
Cinco respuestas a coro, bien templadas y coordinadas. Siempre las mismas. Y aunque cambiaban de bocas nunca hizo falta inventar nuevos lamentos, nunca. Cada cual el suyo y de cada vez un rol distinto; a la que crecimos, esos sí, a cada uno se nos asignó una pegatina: la dramática, el llorón, el chivato... pero eso fue después y desde luego, esa es otra historia.
Hoy, sopa de albóndigas que bien podían ser de castor y en lugar de ir con pasta pues con tropezones de pan duro. Eso sí, del parmesano nos olvidamos que no hay manera de encajarlo en el guion. Es posible que el hecho de que Günter se haya dejado barba, que fuera nieve tanto... no sé puede que toda esta puesta en escena me haya hecho sentir que me comía una sopa mano a mano con Jeremiah Johnson, todo es posible. Pero olerla, saborearla, no sé, me dio ese punto.
Después de todo, esta es una sopa intensa, carnívora a más no poder -también la he hecho con verduras en vez de pasta pero para los días de frío y nieve sienta mejor la versión a lo trampero norteño- una sopa que me temple los nervios porque el técnico ha dicho que pasaría a cambiar la pieza y la mañana avanza y el tipo no asoma. Una sopa salvavidas y calienta entrañas, para los días de mucha, digo, requetemuchísima necesidad:-)
Ingredientes para el caldo:
Ingredientes para las albóndigas:
Para montar la sopa:
- 1/4 de pollo
- 1 trozo de carne de cerdo
- 2 huesos de rodilla de vaca
- 1 cebolla
- 1 zanahoria
- 2 hojas de laurel
- 1 rama de perejil
- 1 cabeza de ajos
- medio puerro (la parte de arriba de hojas verdes e intensas)
- unos granos de pimienta
- una pizca de cúrcuma o azafrán
Ingredientes para las albóndigas:
- 1/2 kilo de carne sin grasa recién molida
- 1 huevo
- 3-4 cucharadas de leche (o yogur)
- 2 rebanadas de miga de pan viejo
- 1 cucharadita de mostaza
- comino molido
- sal y pimienta
- una cucharadita de salsa worcester
- 2-3 dientes de ajos (ya cocidos, del caldo que hemos hecho)
- un poco de harina para rebozar
- aceite para freír
Para montar la sopa:
- 100gr. de pasta
- queso parmesano
Preparación:
- Para montar el caldo, pon todos los ingredientes en una olla y deja que cuezan a fuego lento una hora y media. Saca la cabeza de ajos y los reservas a parte. Filtra el caldo y deja que enfrié. Guárdalo tan cual en la nevera un mínimo de dos horas.
- Para las albóndigas, tritura por un lado el huevo, con la leche, el pan, la mostaza, sal, las especias, la salsa worcester y los ajos. Estos últimos a tu gusto pero no uses ajos crudos que predominan demasiado y encima se repiten el día entero. Usa los ajos ya cocidos. Estarán muy sabrosos, de sabor más suave y lo mejor de todo: no vuelves a saber de ellos nunca más:-) . Haz una crema espesa que si queda muy líquida puedes añadirle un poco de pan rallado. Lo añades a la carne, lo mezclas bien y no te preocupes si queda un poco blanda la carne porque a medida que el pan vaya chupando los líquidos quedará más compacta.
- Haz bolitas más o menos grandes dependiendo de tu gusto y paciencia. Las rebozas en harina, cuidando que suelten bien el exceso para que luego estos resto de harina no quemen mucho el aceite de freír. Pon aceite a calentar en una sartén con mucho fondo. No uses planas de mucho diámetro ya que las pelotitas tienen que flotar y de ser así necesitarás mucho aceite. Mejor una onda de poco diámetro y vas friendo por tandas. Cuando están doradas, las colocas sobre papel absorbente. Una vez fritas y cuando hayan templado, las vas secando una a una con papel absorbente de cocina.
- Sacas el caldo del frigorífico y verás que se ha formado una capa de grasa cuajada por encima. Con una cuchara la retiras por completo. Es importante desengrasar este caldo ya que las albóndigas, al cocerse, soltarán jugos y sustancia de su interior. Por último, calienta el caldo, añades las pelotas y la pasta. Cuece a fuego lento hasta que la pasta esté al dente. Espolvorea queso parmesano justo en el momento de servir
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