Crema de espárragos y espinacas

Hay algo hermoso que ha sobrevivido a este desastre. Los que tenemos hijos pequeños -o medianos como el mío- en casa hemos visto como el día a día familiar durante la cuarentena ha ido ganando en calidad y armonía. Lucas ha estado feliz como una perdiz. Papá y mamá en casa, sin distracciones, sin prisas, sin estrés. Cuota diaria de juegos en familia, de cocinar juntos, de aprender con papá de profe. Ración doble de masajes en el sofá, jugar al FIFA con dos mandos y ver The Mandalorian con un padre a cada lado.

A los amigos que he preguntado, todos dicen lo mismo. Más armonía, besos y complicidades. Un confinamiento que a los adultos nos ha resultado estresante y desbordado en zozobras, ellos lo han llevado con un sentimiento de "estamos a salvo" y no porque no sean conscientes de la situación ahí fuera, o porque no empaticen con esos niños que viven en casa mal aclimatadas pasando necesidades. No, al contrario, sino porque es la primera vez que han sido conscientes de la inmensa suerte que tienen. Uno de los comienzos de frase más popular en mi Lucas es.. "menos mal que nosotros..." o "qué suerte que nosotros..." y ésto es algo que me hace sentir muchísima admiración porque creo que a veces nos enseñan más ellos que al revés. 
En España, es curioso, noto cierta contradicción. Por un lado los padres se quejan de que los niños están nerviosos o no duermen bien y muchos de mis conocidos reconocen que los peques tienen el síndrome de la cabaña y no quieren salir. Pero ¿nadie piensa que lo mismo los niños no quieren salir porque están de puta madre en casa con su familia más felices que una mani de perdices? como los adultos tienen miedo, ¿los peques también? ¿seguro? Es verdad que en todo el territorio español las medidas de confinamientos han sido especialmente duras para los niños; aquí han podido tomar el aire a diario y eso se tiene que notar pero, en cualquier caso, siempre he tenido la sensación de que los padres y expertos hablan por los niños y no con ellos. Hace un ratito, le comentaba a Estela en una foto que ha compartido en Facebook que siento que somos un país que empatiza mal con la infancia. Tendemos a poner a los niños en nuestra propia piel y no al revés como sería lo lógico. Conozco padres que presumen de hablar mucho con sus hijos pero yo solo presencio interrogatorios. Tenemos esa espina clavada y no damos con ella. Identificarse con los niños no consiste en pensar en tu niñez y aplicarla al crío. Ese sigue siendo un acto muy egocéntrico. 

He criado un hijo en España y otro en Austria y hay una distancia abismal socialmente hablando. Aquí he presenciado una campaña electoral donde la educación fue uno de los puntos fuertes. Cómo se insiste en que la sociedad se debe adaptar al ritmo de los niños y no al revés; de cómo hay que trabajar la individualidad de los menores para que puedan desarrollar su personalidad adecuadamente y no criar a niños iguales que no destaquen unos de otros, que sean en el futuro buenos trabajadores que hagan ganar mucho dinero a los ricos y paguen sin rechistar sus impuestos.  En España, en cambio, el monotema ha sido el pin parental. Que los padres decidan qué, cómo y dónde sus hijos deben respirar, mear y cagar. 

Y respeto a la cuarentena, más de lo mismo. Los parques cerrados y los bares llenos de irresponsables a pesar de que los niños no se ven afectados por la pandemia pero... sí, sí, me conozco el argumento; no enferman pero contagian. Sí, ya, ¿pero un columpio es más peligroso que una terraza en medio de la calle? ¿o que el WC de un bar? ¿en serio? algo turbio tenemos en nuestra sociedad, y no es culpa de los críos.


Ingredientes:
  • 1 manojo de espárragos
  • 1/2 kilo de espinacas congeladas
  • 2 chalotas o una cebolla mediana
  • caldo de verduras (el justo para cubrir)
  • 125ml. de crème fraîche (queso tipo philadelphia en su defecto)
  • queso parmesano a tu gusto
  • nuez moscada, pimienta y sal
  • opcional: un poquito de leche si quieres suavizar

Preparación:
  1. En una cacerola, con un poquito de aceite, salteas las espinacas junto los espárragos y las chalotas troceados. Añades caldo de verduras justo hasta que cubra y lo dejas cocer a fuego lento unos 20 minutos.
  2. Retira del fuego, añade el queso parmesano y la crème fraîche. Tritura bien la crema. Deja que repose unos 5 minutos para que coja cuerpo. Si la quieres de sabor más suave, añade un poquito de leche. Salpimienta y ralla un poco de nuez moscada. Vuelves a triturar otro poquito para ligarlo todo bien. Puedes servir con pan frito o croutons y con trocitos de jamón ahumado o serrano a la plancha

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