Faschingskrapfen, amor al primer mordisco relleno de mermelada
Ya lo dijo Celia Cruz, que la vida es un carnaval y no se debe vivir llorando. Las penas se van cantando... es más bello vivir como en un carnaval, festejando a lo tonto, sin ton ni son. Sin más sentido que el de ser feliz. Sin atender a más razones que burlarse de las tristezas. El solitario se disfraza de su vecino. El borrachuzo de doctor. El médico de vive la vida. El payaso de maestro. Y el profe de matemáticas de Charlot. Jugar a burlarse de lo que nos toca o mejor aún, de lo que nunca nos tocará ser. Jugar a burlar las angustias, buscar el bullicio para vengarse de las soledades. Cantar para sofocar berrinches y bailar como posesos para que a nadie le dé por patalear tontunas.
Porque ya lo dijo Celia Cruz. Quien llora no ve que las penas se van cantando. Las crueldades no son perpetuas y quien está solo no lo está para siempre. Quizá por eso, cada año nos montamos el carnaval, para no olvidar de qué va esto de vivir. Mi hijo mayor me ha estado hablado de la vida. De la suya, que es de la que más sabe. Me ha recordado ese día en que comprendí que todo lo malo que me tocó soportar quizás tuvo su razón de ser. Quizás sin aprender de ello no hubiera llegado a apreciar la felicidad que descubrí después... él está ahora en este punto. ¿Nos pasa a todos o solo a los locuelos que vivimos con en un carnaval?
Desde que mi hijo era un chinorris, ya tuve muy claro que su felicidad iba a depender de la mujer que tuviera a su lado. Se ha pasado la vida blindando armaduras e intentando no dar pasos en falso. Y por muy de puntillas que ha querido ir, siempre regresó magullado con una estela de dolor y decepción infinita. Nada de lo que ha hecho le ha valido para sufrir menos. A ésta conclusión, ¿llegamos todos? ¿es posible aceptar que el bálsamo de hoy se convertirá en tormento dentro de un mes? ¿o es cierto que somos más simples que el mecanismo de un chupete y nos creemos eso de que existen mirlos blancos solo que nadie los ve? Lo que si es verdad, es que los juramentos de nunca jamás los hacemos cuando nos han destrozado el corazón pero jamás cuando está recién abducido e intacto. Cuando mordemos el anzuelo de la pasión, nos olvidamos del traje de hojalata y nos damos a la descontrolada, sin saber si lo que uno pisa es el freno, el embrague o el acelerador. Uno siempre tira millas hasta que se esmorra.
Pues así estaba él, recién esmorra'o cuando ella se ha cruzado de nuevo en su camino. No eran desconocidos. Ya se habían cruzado antes este par de almitas despistadas pero las cosas buenas a veces nos tocan de lejos y no da tiempo a amarrarlas. Pero la vida, que es muy listuca, sabe cuando debe insistir y cuándo dejar que corra el aire. Él me cuenta que ella tiene una capacidad de amar infinita. Que lo que da le sabe a puro, sin dobleces. Ella quiere ser y no busca comprar o conservar. Amor limpio que sale para calmar el alma y no para acumular trofeos... y yo -que ya soy perro viejo- me imaginaba que ahí había truco... o susto, que todo puede ser a pesar de estar en carnaval.
Ella viene de sobrevivir. De quemar a un bicho a golpe de quimio que también le ha quemado las entrañas. Y aún así, le ha mandado a hacer puñetas con mucho genio y con muchas ganas. Quién ha pasado por esto y ha sobrevivido, sabe que lo que más asusta no es luchar contra la enfermedad, eso es algo que se hace casi por instinto, por cabezonería, por ser peleón y punto. El miedo nace cuando te dicen, ea, revisión y vida normal. Cuando el bicho ya no tiene forma ni patología que afrontar de cara, ni se le puede luchar con armas tangibles. Después es cuando el muy canalla atormenta en forma de fantasma, de malos recuerdos y sobretodo, de mal compañero de viaje que te recuerda eso de "ehh tú, que sepas que cuando quiera te ataco y te la cargas, que lo sepas"... canalla y malauva... es lo que es y no hay forma de mandarle a freír puñetas.
Ay, la vida, vaya carnaval! chicos, cantar y amaros a rabiar que cuando se la pelea tanto, es porque tiene que ser cosa grande y maravillosa. Descubrirlo juntos! Yo me dedico a malcriaros -como tiene que ser- y os pongo los dulces. De esos que solo se pueden comer una vez al año para que no hagan daño:-)
Porque ya lo dijo Celia Cruz. Quien llora no ve que las penas se van cantando. Las crueldades no son perpetuas y quien está solo no lo está para siempre. Quizá por eso, cada año nos montamos el carnaval, para no olvidar de qué va esto de vivir. Mi hijo mayor me ha estado hablado de la vida. De la suya, que es de la que más sabe. Me ha recordado ese día en que comprendí que todo lo malo que me tocó soportar quizás tuvo su razón de ser. Quizás sin aprender de ello no hubiera llegado a apreciar la felicidad que descubrí después... él está ahora en este punto. ¿Nos pasa a todos o solo a los locuelos que vivimos con en un carnaval?
Desde que mi hijo era un chinorris, ya tuve muy claro que su felicidad iba a depender de la mujer que tuviera a su lado. Se ha pasado la vida blindando armaduras e intentando no dar pasos en falso. Y por muy de puntillas que ha querido ir, siempre regresó magullado con una estela de dolor y decepción infinita. Nada de lo que ha hecho le ha valido para sufrir menos. A ésta conclusión, ¿llegamos todos? ¿es posible aceptar que el bálsamo de hoy se convertirá en tormento dentro de un mes? ¿o es cierto que somos más simples que el mecanismo de un chupete y nos creemos eso de que existen mirlos blancos solo que nadie los ve? Lo que si es verdad, es que los juramentos de nunca jamás los hacemos cuando nos han destrozado el corazón pero jamás cuando está recién abducido e intacto. Cuando mordemos el anzuelo de la pasión, nos olvidamos del traje de hojalata y nos damos a la descontrolada, sin saber si lo que uno pisa es el freno, el embrague o el acelerador. Uno siempre tira millas hasta que se esmorra.
Pues así estaba él, recién esmorra'o cuando ella se ha cruzado de nuevo en su camino. No eran desconocidos. Ya se habían cruzado antes este par de almitas despistadas pero las cosas buenas a veces nos tocan de lejos y no da tiempo a amarrarlas. Pero la vida, que es muy listuca, sabe cuando debe insistir y cuándo dejar que corra el aire. Él me cuenta que ella tiene una capacidad de amar infinita. Que lo que da le sabe a puro, sin dobleces. Ella quiere ser y no busca comprar o conservar. Amor limpio que sale para calmar el alma y no para acumular trofeos... y yo -que ya soy perro viejo- me imaginaba que ahí había truco... o susto, que todo puede ser a pesar de estar en carnaval.
Ella viene de sobrevivir. De quemar a un bicho a golpe de quimio que también le ha quemado las entrañas. Y aún así, le ha mandado a hacer puñetas con mucho genio y con muchas ganas. Quién ha pasado por esto y ha sobrevivido, sabe que lo que más asusta no es luchar contra la enfermedad, eso es algo que se hace casi por instinto, por cabezonería, por ser peleón y punto. El miedo nace cuando te dicen, ea, revisión y vida normal. Cuando el bicho ya no tiene forma ni patología que afrontar de cara, ni se le puede luchar con armas tangibles. Después es cuando el muy canalla atormenta en forma de fantasma, de malos recuerdos y sobretodo, de mal compañero de viaje que te recuerda eso de "ehh tú, que sepas que cuando quiera te ataco y te la cargas, que lo sepas"... canalla y malauva... es lo que es y no hay forma de mandarle a freír puñetas.
Ay, la vida, vaya carnaval! chicos, cantar y amaros a rabiar que cuando se la pelea tanto, es porque tiene que ser cosa grande y maravillosa. Descubrirlo juntos! Yo me dedico a malcriaros -como tiene que ser- y os pongo los dulces. De esos que solo se pueden comer una vez al año para que no hagan daño:-)
Los Krapfen de carnaval -Faschingskrapfen- tienen que estar rellenos de mermelada de albaricoques. El resto son inventos chinos. A cada cual, lo suyo.
Ingredientes:
- levadura fresca para 1/2 kilo de harina
- 120 ml. de leche entera
- 60 gr. de mantequilla
- 2 huevos y 2 yemas
- 1 pizca de sal
- un poco de ralladura de limón
- opcional (un chorrito de ron)
- 50 gr. de azúcar
- 500gr. de harina repostera (yo uso tipo universal)
- Mermelada de albaricoques para rellenar
- abundante aceite vegetal para freír
- azúcar glas para espolvorear
- Calienta un poco la leche (que esté tibia) y desliga en la mitad de ella la levadura. Añade como 125gr. de la harina, lo remueves y lo dejas descansar como mínimo 1/2 hora. Cuanto más repose la levadura, más perderá su sabor y cogerá acidez el fermento.
- Con la otra mitad de la leche, derrite la mantequilla y cuando temple le mezclas el azúcar, la ralladura, la sal, los huevos y las yemas. Lo bates todo hasta que esté homogéneo.
- En un bol grande, mezclamos el harina, con el fermento y con la mezcla de leche aún tibia. Liga la masa con ayuda de una varillas eléctricas o a mano con una cuchara de madera. No se deja amasar en mesa, así que ni lo intentes. Deja que repose como mínimo una hora hasta que doble como mínimo su tamaño.
- Separa la masa en porciones de entre 55-70gr. dependiendo de como quieras de grandes los krapfen. Yo los hice de 55gr. porque me venía mejor a la hora de freírlos y deja que leven de nuevo unos 25 antes de cocinarlos.
- Freír el krapfen es la cuestión compleja del frega'o. Es típico que queden crudos por dentro. Para evitarlo, tienen que freírse en sartenes o cazos con mucha profundidad, que guarden bien el calor para que mantengan constante la temperatura y que tengan tapa para concentrar el calorcillo. El aceite a usar depende de cada cual. Lo típico aquí es hacerlo en unas grasillas que venden en botes que son como margarinas líquidas. Te confieso que jamás he tenido valor para comprar eso. Yo uso aceite de canola -colza- que es el que menos toxinas desprende al freírse. Para suavizar el sabor lo mezclo con un poco de aceite de maíz o girasol. Pero cada cual sabe...Lo importe, abundante. La cazuela que uso es de hierro que me gusta mucho el acabado tan bonito y uniforme que le da a las frituras. Pones los bollitos a freír a fuego no exageradamente caliente (de medio a alto). Tapas y como en un par de minutos les das la vuelta y vuelves a tapar.. Eso del par de minutos es bastante relativo.. puede que necesites menos así que controla de vez en cuando.
- Mientras, calienta la mermelada que deberá ser sin trozos. Calentita -más líquida de lo normal- la colocas en una manga pastelera con la boquilla para rellenos (boquilla fina y muy alargada como de 5cm. de longitud) y rellenas ligeramente cada krapfen cuando hay templado sin enfriar del todo. Antes de consumir, los espolvoreas con azúcar glas.
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