Torta de nata

Un agujero de gusano, según la física cuántica, es un portal que dura poquísimo, poquísimo tiempo abierto pero lo suficiente para hacerle un lío supino al tiempo y al espacio. Así, en plan resumido, se dice que une dos aguajeros negros en el espacio. ¿Y por qué en el espacio y no en nuestro planeta? ¿Por qué todas las cosas emocionantes tienen que pasar a años luz? Porque a ver, si esto es un desmadre espacio-temporal bien podría darse, teoréticamente, en cualquier parte y como nosotros somos parte activa de la ecuación, pues casi que no es descabellado pensar que ocurran cosas

Pues el viernes por la tarde nos ocurrió una de esas cosas. Estábamos tan tranquilos, daba comienzo el partido de Austria contra Polonia y yo estaba trasteando con algo. No sé si alguna vez lo he contado, pero en la sala de estar tenemos una ventana indiscreta que casi todo lo ve. Se puede controlar quien entra y sale del barrio de Judendorf y del de Seegraben además de tener una amplia vista del camino a la estación. Pues imagina en todos estos años la de cosas que hemos visto. 

Y a pesar de estar curada de espanto, a la que entro en la salita y abro las dos hojas de la ventana porque teníamos un caloret del ocho, espeso a rabiar que no dejaba respirar y el cielo mientras anunciando tormentón mayúsculo; decía, a la que abro veo a un granjero de montaña -de los que también cuidan el bosque, vigilan los árboles que enferman, los que se deben talar y los que hay que plantar- completamente desorientado, de un lado a otro del puente de Seegraben sin saber el hombre hacía donde tirar.

De una edad completamente indefinible entre 80 y 150 años, el hombre tenía la espalda completamente horizontal sobre su cuerpo, las piernas encorvadas en semicírculos casi perfectos y un rostro prácticamente oculto bajo su sombrero de fieltro gris. Vestía a la antigua, con el pantalón de peto en ante bien curtido y la chaqueta de lana verde que bien podía salir de una granja de hace 20 años o 200. 
Le vi y me generó ansiedad. Algo le pasa a ese hombre, le dije a Gü. Miró y estuvo de acuerdo. Había intentado parar a dos coches que no le hicieron ni caso. Iba de un lado para otro, a grandes zancadas pero indeciso. Podría estar borracho. O no. En cualquier caso era inquietante y tenía pinta de necesitar ayuda. Le pedimos a Lucas que fuera a preguntarle.

Y como si nos hubiera leído los labios, aunque no nos podía ver, se encamino hacía nuestro Hof. Lucas no le entendía ni papa. Salió Günter y tampoco. Lo dicho, ni papa. No era un defecto en el habla, sino un dialecto tan cerrado que no había manera de pillar ni media. El abuelo paterno de Günter era así, solo le entendía la abuela. Y por los gestos que hacía y tras creer escuchar una especie de "toilette" llegamos a la conclusión que necesitaba ir al baño.

Llevaba un enorme reloj de aparador entre las manos, rugosas y enormes como muñones, con algún dedo descacharrado dando testimonio mudo de toda una vida dura en las montañas. El reloj había sido un regalo, parece ser. Le invitamos a ir al baño y después a un vaso de agua fresca. Se vino arriba y le preguntó a Gunter si le podía llevar en coche. No se entendía a dónde pero Günter le dijo que casi que no, que no podía.

Me quedé un poco pillada: "hombre, ¿por qué no le has llevado?", "¿estás loca, pero tú le has olido?" me dijo. Y no, no le había olido pero cuando me acerqué a la entrada y sentí ese rastro a granja arcaica, a vacas añejas maceradas en el calorazo del día casi me caigo de espaldas. Y según salió de nuestro patio se acercó al semáforo y fuimos testigos de como un buen parroquiano se lo subió al coche. "A ver ahora como le quita al asiento la peste a establo" dijo Günter. "A ver" le dije yo. 

Una vez más,  hoy es domingo de reto, de Homenajeblog donde cada mes nos colamos en cocinas ajenas y homenajeamos al anfitrión cocinado alguna de sus recetas. Este mes el turno es para Patricia de Patyco un blog que apenas conocía pero que tiene un montón de recetas, sobre todo dulces pero todas estupendas. Llevaba mucho tiempo detrás de hacer esta torta de nata de Vigo que tuve el gusto de probar hace siglos. Se trata de una torta con agujeros que de cósmicos tienen poco. Se hacen para poder rellenar su miga con una crema de nata cocida que está para morirse en el acto y resucitar inmediatamente solo para darle un mordisco más. 


Ingredientes para la torta (14-26cm de diámetro):
  • 300gr. harina repostera (necesité un poco más)
  • 1 sobre de levadura de pan
  • 1 huevo
  • 45gr. de azúcar
  • 125ml. de leche
  • 45gr. de mantequilla a temperatura ambiente
  • una pizca de sal
  • vainilla o azúcar avainillado
  • azúcar glas para espolvorear

Para la crema:
  • 300ml. nata para montar 35%
  • 75gr. de azúcar

Preparación:
  1. Mezcla en un bol los ingredientes secos. Con ayuda de unas varillas eléctricas o amasadora, mezcla éstos con la leche. Deja que repose unos 5 minutos, añade la mantequilla y vuelve a amasar hasta que la masa se reúne bien y queda lisa.  Si ves que está demasiado pegajosa e intratable, añade un poco más de harina porque cada cual absorbe a su manera. Pero recuerda, que es una masa que tiene que quedar pegajosa al tacto. Deja que leve 2 horas.
  2. Aprovecha y haz la crema de nata. En una cacerola a fuego medio lleva la nata con el azúcar a ebullición moviendo casi constantemente. Tienes que lograr que la nata se reduzca para que espese. Me llevó unos 20-minutos y al enfriar la crema de nata espesó. La textura era parecida a la leche condensada.
  3. Una vez levada la masa, haces una torta redonda. Puedes ayudarte con un rodillo o simplemente con las manos (te las engrasar un poco y verás que fácil) Con rodillo quedará a la vista más bonita e uniforme. Con los dedos, la torta quedará más esponjosa pero más rústica. Deja que leve de nuevo 20min. Mientras, precalienta el horno a 190ºC (200ºC dependiendo del horno).
  4. Justo antes de meterlo al horno, haz los agujeritos. Puedes ayudarte con el palo de una cuchara de madera o con los dedos. Hornea unos 15 minutos (dependerá del horno). No debe quedar tostada, sino más bien blanquita.
  5. Una vez fuera del horno, aún caliente, le añades la crema por encima. Si se cerraron los agujeros en horno, los puedes volver a marcar. Así la crema rellena los agujeros dejando una torta jugosa y cremosa por dentro. Deja que enfríe por completo y termina con un poco de azúcar glas por encima.

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