Crema de patata y curry rojo

Existe una tendencia requetemolesta de pensar que olvidamos todo -y a todos- de manera intencionada y hasta con cierta crueldad si se me permite exagerar un poco. Y es que ciertas redacciones y discursos nos empujen a alimentar sentimientos imperdonables de culpa y mala bilis, y todo ¿por qué? pues porque en esta vida todo se expía menos la ignorancia y la mala cabeza. Yo de esto sé mucho porque soy de esos perversos e ignorantes seres que de la misa solo la media -o menos- pero que por suerte o desgracia la genética me ha dotado con un impulso mecánico de querer saberlo todo y por cada medio tema que escucho u ojeo, siento un impulso feroz de ir a google y buscar los acontecimientos que fueron o dejaron de ser. A esta desgracia -como otra cualquiera- súmale la de ser lectora compulsiva, es decir, que siempre tengo que estar en modo lee-que-lee aunque sea la lista de ingredientes de los corn flackes y cada día debe caer en mi haber por lo menos un par de párrafos antes de planchar la oreja, porque sin letras ajenas no soy capaz de conciliar el sueño. Dicho así, habrá quien piense que soy una lumbreras ornamentada en sabiduría pero nada más lejos. Tengo unos baches y lagunas de cultura básica que a veces me da miedo y si un día me enorgullezco de saber algo más sobre las guerras púnicas, al rato me llega Lucas preguntándome por la capital de Bielorrusia, Kosovo o Letonia y me quedo bocas.

Dicen que el saber no ocupa lugar. Discrepo. A mí todo se me olvida y mi teoría ronda el concepto basado en un principio elemental: no me cabe todo en la cabeza y así las cosas, resulta inevitable archivar en mi memoria de hamster -sí, otra desgracia- aquellos temas que no están de moda en mi impulso sabiondo del momento. Y sí, lógicamente las cosas se me olvidan.
Pero cómo si no tuviera bastante con lo mío, aquí es donde esos redactores o ponentes de los que te hablaba al principio se suben a mi chepa para hacerme sentir culpable y -me repito- todo ¿por qué? Porque ellos y solo ellos se olvidaron de hechos y protagonistas del pasado y, tan ultrajados se sienten de nuestra ignorancia -que no de la suya-, nos lo pintan tan trágico que recurren a aclamarlos cual héroes o víctimas de nuestros despistes. Es irritante ese ombligocentrismo que gastan algunos a la hora de comunicar dando por hecho que como ellos olvidaron, obviaron o ignoraron hechos histórico-sociales todos los demás también lo hacemos. Por ejemplo: homenaje a las grandes escritoras de las letras españolas condenadas al ostracismo, titular repetitivo en los últimos años que solo viene a demostrar primero, que hay mucho analfabestia mezclado entre nuestros intelectuales porque cualquiera que haya ido al colegio sin hacer novillos estaba obligado a conocer a Carmen Laforet, Martín Gaite, Rosa Chacel, Rosalia de Castro o a la Pardo Bazán. Yo las he leído a todas y no por ilustrada sino por gusto. Porque se aprende mucho de nuestras raíces leyendo sus palabras y sobre todas las cosas, me ayudaron a entender la mentalidad de mi madre, de mis abuelas, mis titas y mis bisabuelas y las tatara.. a todas ellas. Y no las miro como a heroínas sino como a mujeres entregadas a su pluma, que las tiraba más un papel y un lápiz que todo el oro del mundo. En aquel entonces escribían a veces hasta escondidas en seudónimos, sin compromisos con editoriales y tan contentas.

Menudo honor ser española y poder leerlas en crudo, sin traducciones. Y mira,  sus libros ni se borran ni se los lleva el viento, ahí están esperando que las generaciones presentes y futuras los lean... y no será gracias a estos plumillas que recurren al teatro de la culpa y del victimismo los que animen a los nobeles lectores a descubrir los Pazos de Ulloa o Barrio de Maravillas o Nada o Entre visillos. No, solo se merecen homenajes de gratitud por sus legados y puestos a reactivar sus lecturas, con tan solo hablar de sus obras, la expectación está servida.

Por cierto, de Colombine no digo nada intencionadamente. Bien vale un post entero dedicado a su "ostracismo". Ahí queda.



Ingredientes:
  • 1/2 kilo de patatas
  • 1/4 kilo de apio nabo (o el equivalente en más patatas)
  • 2.3 cebolletas con tallo
  • 2 dientes de ajo
  • 400ml. de leche de coco
  • 500ml. de caldo de verduras con una pizca de curcuma
  • 1cda. de pasta roja de curry
  • 1/2 cdta. de jengibre 
  • un poco de aceite

Preparación:
  1. Pela y corta las patatas, el nabo, cebolletas y ajo. Los salteas un poco para que cojan un poco de color y cubres con 3/4 partes de la leche de coco y el caldo. añade el jengibre y deja cocer unos 15 minutos.
  2. Añade el resto de leche de coco y la pasta de curry (así queda con un sabor más fresco y afrutado) y cueces 5 minutos más.
  3. Pasa la sopa por la trituradora. Lista para servir.

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