Sopa de ajo con cosas de familia
Mañana 19 de febrero, en el programa Documentos TV de la 2 de la televisión española, se emite un documental de mi hermano David. Se titula Ni vivos ni muertos y en él, se relata en primera persona el sufrimiento y desesperación de nueve familias que tienen perdido un ser querido. Entre cortinas de humo y pistas falsas se esperanzan y desesperan a cada paso de unas investigaciones que, aunque nunca se llegan a cerrar, van cayendo en saco roto. El tiempo pasa y ellos nunca pueden cerrar la llave del dolor que fluye a borbotones como una tubería rota y les toca vivir empapados en el tormento constante del "¿qué paso?" "¿sufre?" "¿vive?" .
En España el 99% de las desapariciones se resuelven a los pocos días positivamente. Ese resto, el 1%, representa unos 200 casos, donde los familiares viven al borde de la locura. Repasan en bucle esa última vez y en sus expresiones se escuchan invisibles "¿por qué fuimos, por qué le dejé, por qué no hice, por qué, por qué...?". Uf. Cuando lo terminó, recuerdo que David me habló de la angustia que rodeaba las entrevistas pero al tiempo, sintió que estas familias necesitan seguir hablando. Seguir contando para ser útiles, poder hacer algo más -qué duro verdad, cuando solo se puede repetir lo dicho porque no hay nada más que hacer- y sobre todo, hablar para que nadie se olvide de ellos: de sus niños, maridos, padres, hermanos.
Lo que son las cosas. La casualidad - o la niña Lizbeth que no puedo quitarme su pena de la cabeza y acudo al blog de Judith a por noticias- ha querido que en estos días, ande siguiendo la historia de Doña Sara, una mujer que le asesinaron dos hijos en Ciudad Juárez y hace unos días le levantaron otros dos. Sus hijos eran/son activistas de derechos humanos muy reconocidos en la ciudad, así que le han dejado a la mujer sin ninguno. Nadie la atiende ni la escucha ni la dice nada, así que está en huelga de hambre y plantada frente a la fiscalía de justicia. Dice que el dolor por los dos desaparecidos es más fuerte que el que sufre por los que enterró el año pasado. 76 años tiene la mujer y ahí está. Viviendo a la intemperie en una tienda de campaña esperando que se los devuelvan.
Afortunadamente, en España el sistema funciona aunque, desde luego no es perfecto y hay muchas tuberías administrativas que reparar. Pero los inspectores del grupo de desaparecidos de la policía y de la guardia civil establecen una relación casi indestructible con el desaparecido y con sus familiares. Los medios de comunicación, con el paso del tiempo, van olvidando a estas familias que ven con desesperación cómo el interés va perdiendo fuerza y sienten miedo de que olvidemos las caras de sus seres queridos. Se agarran con uñas y dientes a la esperanza de que alguien pueda verlos, identificarlos en un supermercado o en el autobús... donde sea, cualquier cosa menos silencio.
Estos ojos son los de Ithaisa Suárez, madre de Yeremi Vargas, un niño que desapareció en España en el 2007. Cada día pudimos ver en prensa y televisión el terrible tormento de esta familia y la solidaridad de sus vecinos que salieron a la calle en busca del pequeño, empapelaron Las Palmas con su foto y se estuvieron manifestando regularmente para que el interés por el chiquitín no decayera y, así, mantener una puerta abierta a la esperanza de que alguien llame y diga "lo he visto" y, esa vez, por fin, sea cierto. Pero mientras pasa un año y otro... ¡qué más puedo decir que su expresión no diga ya!
Así pues, solo añado que me siento muy orgullosa de mi hermano pequeño, Don David Martín de los Santos, un joven guionista y director -ya os hablaré de sus trabajos en otra ocasión- implicado y cabezota que no se rinde hasta que lo consigue. Ya he oído varias veces eso de "vaya, qué suerte está teniendo David con lo de sus pelis, no?" pero yo sé que no. No es suerte. Es cabezonería pura y dura. Y este trabajo, es una prueba más de lo que digo.
Así pues, solo añado que me siento muy orgullosa de mi hermano pequeño, Don David Martín de los Santos, un joven guionista y director -ya os hablaré de sus trabajos en otra ocasión- implicado y cabezota que no se rinde hasta que lo consigue. Ya he oído varias veces eso de "vaya, qué suerte está teniendo David con lo de sus pelis, no?" pero yo sé que no. No es suerte. Es cabezonería pura y dura. Y este trabajo, es una prueba más de lo que digo.
David, quiero hacerte un regalín con sopa, como siempre que hablo del lado blandito de la vida. Así que te dejo la receta de la sopa de ajos de papá. Es la misma, salvo que está no tiene los ajos quemados pero te dejaré señalado el paso de dónde quemarlos por si quieres evocar su sabor con todo realismo:-) Te quiero.
Ingredientes:
Preparación:
- 150-200gr. de pan duro (o casi duro, el caso es que esté viejo)
- 3-4 dientes de ajo muy picados
- un trocito de chorizo (a gustos pero papá lo hacía con longaniza)
- un puñadito de taquitos de jamón
- 1/2 cucharadita de pimentón de la vera (él usaba semi dulce, un poquito picante)
- 1 y 1/2 l. de caldo de cocido (un caldo de pollo, carne y jamón)
- 1 huevo por comensal para escalfar al final
Preparación:
Siéntate en una mesa de cocina con las gafas en la punta de la nariz la cual mantendrás a escasos 30cm. de la mesa. Sobre una tabla de madera, vas cortando cubitos de pan intentando que todos queden del mismo tamaño. De fondo, pon cualquier tertulia de la radio. Cuando tengas el pan cortado, lo pones en un bol grande y lo reservas. Repite esta misma operación con los ajos pero esta vez la distancia entre nariz y mesa será de unos 20cm. Pícalos muy finos. Ahora, el turno es del chorizo y el jamón. Mantén la distancia a 20 cm. Deja cada ingrediente en un montoncito bien alineado sobre la tabla, la cual acercarás a la encimera al lado de la vitrocerámica.
Pon una olla o cacerola en el fuego con un poco de aceite. Mientras se calienta, afila el oído y escucha lo que dicen en la radio. Despotrica sobre las tonterías que han dicho. Ahora la cacerola empieza a humear, así que echa corriendo los ajos. Duda sobre qué viene ahora: el chorizo y jamón o el pimentón. ¡El pimentón! ¿dónde está? Abre el armario, cierra un ojo y pégate la etiqueta del pimentón en la nariz (aquí ya no hay distancia que medir). Comprueba que pone semi dulce. A la que vuelves, los ajos estarán medio negros. Lanza un juramento de "mecachis, siempre igual" y tira deprisa el chorizo, el jamón y la 1/2 cucharadita de pimentón. Aún entre juramentos, busca el pan por la encimera; no, no está. Busca rápido: sí, en la mesa y añádelo a la olla. Rehoga brevemente.
Saca el caldo del frigo a todo velocidad y échalo hasta que cubra. Si es necesario, añade algo de agua. Cuando empiece a cocerse, baja el fuego al mínimo y deja que se haga durante 15 minutos. Pasado este tiempo, rectifica de sal, retira la olla del fuego, escalfa un huevo por cada barriguita a llenar, tapas de nuevo y dejas que el huevo se haga entre 5-7 minutos. Si la olla guarda bien el calor no necesitarás ponerlo al fuego de nuevo. Al final, un poquito de perejil para camuflar los ajos :-)
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