Maite asada a fuego lento y un pastel de espinacas y cebolletas

Ayer viernes, 25 de marzo para más señas, fue un día verde, verde, verde. Y más verde casi imposible. Pasé la mañana en ayunas en la clínica del internista. Llegué con la lengua fuera, para después asarme de calor en la sala de espera como está manda'o. No hay sala de espera de doctor que se precie donde esto no ocurra. Asar a los pacientes a fuego lento debe de ser la primera lección de la universidad, esa que uno no olvida jamás, como cuando me dieron la lista de los reyes godos y me quedé con el primero que a día de hoy es el que mejor recuerdo: Favila, muerto por un oso. Pues lo mismo, pero esta es otra historia.

Como te iba diciendo, eso de asar a fuego lento es una receta que nunca falla por mucha hora concertada que tengas. Una se esmera por llegar fresquita, recién duchada, repeinada con algo de rímel y carmín -en fin, en las salas de espera la gente se aburre muchísimo así que una nota como le hacen el repaso de arriba a abajo cada 30 segundos- y para cuando toca el turno de despelotarse el Rexona está a punto de caducar.

No lo puedo evitar; salgo con un bajón del ocho. Con el glamour bajo cero, la báscula que casi la reviento -con lo que me he currado el estar años sin pisarla y mira, roto el encanto en apenas tres3 segundos -pero qué canalla- y con una sensación de mortadela embuchada recién salida del ahumadero.

Sensación que duró lo que tardé en dejarme caer en el mercado de granjeros; ¡mecachis! qué explosión de color y olores. La primavera ya está aquí, da igual que nos vuelva a nevar o que volvamos a estar como cubitos. La primavera está aquí y podrán sabotearla los de las noticias del tiempo pero cuando el Bärlauch entra en el mercado, ya no hay marcha atrás. A partir de ahora, a disfrutar de las verduras frescas más allá de la col rizada:-) ¿el Bärlauch? es el ajo del oso o ajo silvestre y son estas hojas verdes que ves en la foto de abajo. Está delicioso, es como un majado de ajo y perejil con sabor más a hierba silvestre y mucho más suave. Con un sabor menos definido y por supuesto, ni se repite ni apesta en la cavidad bucal. Con este puedes repartir besos a diestro y siniestro que nadie arrugará la nariz.
No es por fastidiar, pero que sepas que mis huevos me los traen directamente de una granja y me los dejan en la misma puerta de casa a precio de Lidl; ésta es otra de las cosas que aprendí de mi vecina. Me quedé con la jugada al ver que cada lunes alterno llegaba a las ocho en puntísimo de la mañana una furgo con un logotipo de huevos y pollos. Aquí hay lío, me dije. Así que en cuanto tuve ocasión me dejé caer en plena transacción. 

En fin, que estas verduras estaban hechas a medida para mis huevos. A la que las compraba pensé en una enorme y jugosa tortilla... a la que pedaleaba con la lengua fuera -me había quedado sin desayunar- pensé en un enorme quiché -sí, más fácil de manejar para la recalentada, que siempre nos da para dos veces- y a la que las dejaba sobre la encimera y encendía la cámara de fotos me dije: "improvisa guapa, que hoy no estarás con el guapo subido pero el cable creativo está en on". Así que dejé la masa para otra ocasión que no me apetecía complicarme ni quería que el pastel saliera pesado. En ausencia de la base de masa quebrada, le puse un poco de maicena a los huevos para que le diera más consistencia y un porte más regio. Para la costra, una ligera capa de queso y pan rallado que le daba toque un crujiente la mar de majo evitando que la capa de queso se quedará correosa... crujiente como una croqueta recién hecha. Resumiendo, un exitazo que volverá a nuestra mesa de un momento a otro.
Y con este chute de buen rollo y energía nos pusimos a preparar la huerta, que este año la estamos dejado preciosa y un poco más grande. Pasamos la tarde rebozados en tierra y evacuando lombrices -ahora con Lucas hay que tener mucho cuidadín con lo que pisas o con lo que exterminas- y hemos dormido como troncos. Tan troncos, que Lucas entró en trance, ese que le llevó a quedarse dormido en el sofá y mojarlo. Le cambiamos, le llevamos a su cama la cual también mojo y aterrizó en la nuestra, la cual, como ya te habrás imaginado, también mojó.. Pero ¡qué quieres! ayer, primer día de juegos en el jardín, con un calor relativamente de la hostia, y bebiendo zumo como un poseso.
Ingredientes:
  • un buen manojo de ajo de osos o unos ajetes tiernos (o una majadita de ajo y perejil, bien ligera, que no es plan de apestar al vecino)
  • un manojo de cebolletas tiernas (dependen del tamaño. Yo usé 4 pequeñas)
  • unos 400gr. de espinacas frescas
  • 1/4 de vaso de agua o de caldo
  • 4 huevos
  • 200gr. de crême frâise o 150 gr. de queso tipo philadelfia
  • 3-4 cucharadas de maicena (dependerá del agua que suelten las espinacas
  • 100gr. de queso enmental rallado
  • una nuez de mantequilla y un puñadito de pan rallado para espolvorear
  • sal de especias, pimienta y nuez moscada (a gusto)

Preparación:
  1. En una olla bien profunda (las espinacas abultan mucho) pon un chorrito de aceite y gratina brevemente las cebolletas y los ajetes o el ajo del oso. Añade las espinacas y el agua. Si lo prefieres, usa un poco de caldo. Tapa unos 3-4 minutos para que se condense el vapor, baja al mínimo el fuego, y una vez que las espinacas estén reducidas, deja que se cuezan destapadas para que no acumulen demasiado líquido. Añade sal de especias (me gusta más que con sal normal ya que potencia el sabor de las verduras y sala menos) pimienta y nuez moscada recién molidas. Para estas cosas, merece la pena que muelas las especias en el momento. Los sabores quedarán mucho más definidos. 
  2. En 15 minutos están tiernas las verduras. Aparta del fuego y deja que temple un poco. Mientras, precalienta el horno a 200ºC. 
  3. En un bol, bate los huevos, la crême frâise y la maicena. Usa 3 ó 4 cucharadas dependiendo de la cantidad de caldo que haya desprendido las verduras. Lo vamos a usar todo, así que si se han deshidratado un poco más de la cuenta, añade un poco más de maicena (pero como siempre, moderación para que quede una textura suave  y jugosa). 
  4. Añade esta mezcla a las verduras templadas (en caliente puede que los huevos empiecen a cuajarse antes de tiempo) y añade la mitad del queso rallado. En una fuente de cerámica o cristal apta para gratinar al horno, frota un poco de mantequilla. Añade la masa resultante y cubre con el resto del queso rallado. Espolvorea pan rallado en una capa fina pero uniforme y por encima esparce miguitas de mantequilla (en total, no más de una nuez de mantequilla). 
  5. Al horno hasta que esté bien dorado. Apagas el horno y con la puerta abierta lo dejas dentro unos 5 minutos. Antes de servir, que temple un poco para que el corte quede más bonito... a disfrutar, te lo aseguro:-)

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