Scones de queso y los cocos de Lucas

Tengo unas ganas tremendas de hacer monotema sobre mi útero traidor pero a veces las cosas vienen de tal manera que es imposible hacer leña del árbol caído. Günter ha estado de viaje, Lucas con estreptococos en las amígdalas -¿cómo es posible que no se gasten estos cocos con tanta vuelta como dan en el Kindergarten?- y por cierto, de nuevo, el Dr. Gusano en acción. ¿Te acuerdas del episodio de la escarlatina de Lucas?  pues esta amigdalitis ha sido como un pequeño déjà vu de aquella ocasión. Una vez más, el enano aprovecha para enfermar cuando papá se tiene que marchar. ¿La psiquis infantil es tan poderosa que es capaz de hacer enfermar a nuestros retoños con tal de aguar los viajes de sus progenitores? Mira; calla, calla, que me da como un escalofrío por el espinazo solo de pensarlo. Vamos a ser razonables y lo dejamos en casualidad.

Así que, apurando papi su salida al máximo, salimos cual cohetes dirección a la consulta del Dr. Wurm mientras su fotocopia en miniatura tosía, vomitaba y dormitaba en el regazo materno. A la que íbamos, Lucas quiso estar seguro de que nuestro destino era visitar al Wurm y no al servicio de urgencias así que me preguntó "mami, vamos al doctor bueno, ¿ehhh?" "sí, hijo, al bueno, no te preocupes". Y es que Herr Doktor Gusano se ha ganado el apodo a pulso. No ha existido ocasión donde hayamos salido de su consulta con un puede-que-sea-o-puede-que-no o el típico que tanto gasté con su hermano espera-a-ver-y-si-no-mejora-ve-a-urgencias. Este hombre es otro rollo, en la onda del Inspector Gadget. Si ha tenido que hacer un análisis de orina sobre la marcha, lo ha hecho -e imagina el número ponerte a espera a que un bebé quiera hacer pis- o un pinchacin en el dedo para saber si una fiebre era de origen vírica o bacteriana -aquí, me quedé a cuadros; mi hijo mayor cuando tenía fiebre era cosa de niños pero este pequeño tiene calenturas con nombre propio, que terminan en itis, ina o en coco-  y esta vez, para saber si era un coco, un herpes o un vete-tú-a-saber-qué sacó un palito de los que usa el CSI para localizar ADN asesino y le hizo un test tipo embarazo -tal cual te lo cuento. Esto suena a la nueva temporada de Fringe pero no, es la vida misma-. El test dio positivo y descartado un embarazo infantil-sin-útero -¿ves tú? el muy traidor tenía que salir- pues el diagnóstico fue claro: amigdalitis bacteriana común, es decir, la del coco.

Pero evidentemente, estos son mi propios argumentos para alabar al bueno del doctor y no los que Lucas maneja. A él le gusta su sala de espera. Es enorme, con muchos juguetes y hasta un pequeño tobogán. Siempre está lleno de niños con los que jugar (¡niños enfermos! pero bueno, así se hace fuerte). Y cada vez, Lucas se tumba en esa camilla tan chula y le pregunta a él -mi hijo sabe más alemán que yo- por el motivo de la visita, así, de caballero a caballero, como tiene que ser. Tiene un montón de aparatos requetechulos para explorar las enfermedades y al final de la visita un caramelito, a la vieja usanza. Y lo más importante, cada vez que vamos, elimina el mal casi de un plumazo. Fue llegar a casa, darle el jarabe -el mismo que para la escarlatina que parece que son bacterias de usan el mismo número de calzado- durmió un par de horas, echó un último vómito y hala, como nuevo. Y aquí le tengo, en cuarentena, mi única manifestación práctica y punible para lograr que estas bacterias dejen de rodar y rodar.
Pero por rodar que no quede, así que me he animado a publicar estos scones que hice hace siglos. Tanto, que ya es hora de hacerlo de nuevo que acompaña fenomenal una cena fría, una ensalada templada o una sopa calentita, Son panecitos atemporales. Les da igual lo que haga fuera, que bien valen para un roto como para un descosido... ah, y rápidos, que no se tarda nada en hacerlo. En fin, te dejo con la receta que yo ahora debo echar cuentas y calcular para cuándo me vendrá el periodo y en función del día D pedir quirófano por teléfono -bueno, éste detalle como que me ha encantado. Yo aún no las tengo todas conmigo pero parece que podemos fijar el día con una simple llamada. Pero qué buen rollo, ¿no? qué viva la telefonía-. El problema -siempre tiene que haber algo- es que soy un desastre para el recuento menstrual y me he pasado la vida siendo una parasitaria-cuenta-reglas-ajenas, siempre con una amiga de referencia cerca y con solo preguntar de vez en cuando "¿nos toca ya?" la cosa marchaba pero ahora, solo me queda esperar a que venga el Günter para ponemos a contar que yo sola no tengo dedos suficientes. Después,  a hacerme pruebas como una posesa que tengo una lista de seis movidas que me tengo que hacer dentro de las dos semanas próximas a la operación ¡cachis que estrés! cómo se me vaya la olla o me caduquen las pruebas o me venga el periodo o qué sé yo, la lío parda seguro. Estas hazañas de precisión, como ves,  no van conmigo.


Ingredientes:
  • 250 gr. de harina
  • 2 cucharaditas de polvos de hornear (tipo Royal)
  • 1/2 cucharadita de granos de mostaza en polvo
  • 30 gr. de mantequilla fría
  • 50 gr. de queso parmesano rallado
  • 50 gr. de queso tipo cheddar (o el que te venga bien)
  • opcional: una pizca de sal dependiendo del tipo de queso que se use
  • 200-250 gr. de leche (dependiendo del queso) 
  • semillas de sésamo para decorar

Preparación:
Precalienta el horno a 220ºC. En un bol, mezcla los ingredientes secos. Añade la mantequilla frí cortada en trocitos pequeños y mezcla con los ingredientes secos formando "migas". Añade el queso y después poco a poco la leche. Pasa la masa a la mesa o encimera y amas unos minutos hasta que tengas una masa suave. Forma una bola y con ayuda de un rodillo extiende una capa de unos 2 cm de espesor. Si necesitas enharina ligeramente la  mesa y el rodillo. Con un corta galletas de 5 cm.  -o el borde de una copa- forma los scones que irás colocando en la placa del horno con un papel de hornear encima. Para que las semillas de sésamo se fijen mejor, pincela casa panecillo con un poco de leche y echa encima unas semillas de sésamo. Presiona suavemente las semillas pero sin aplastar. Hornea hasta que estén dorados (unos 15 minutos)...

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