Buñuelos de plátano con rabieta incluida
He pasado de mamá desocupada con todo el tiempo del mundo para su uso exclusivo a la mamá de siempre, la meteorito que cuanto más hace menos luce. Esta metamorfosis obedece a que Lucas ha regresado de pasar unos días con su abuela. Siempre he dicho que padres e hijos deben de darse un poco de distancia por aquello de apreciarse más y comprender en su verdadera dimensión lo bonito que es vivir en familia. Hasta aquí perfecto. El error suele estar en la elección que los progenitores hacemos del destino...
Un campamento de verano está genial. Aprenden a ser más disciplinados, a buscarse la vida por sí mismos y a confraternizar con otros hijos sin padres. De fondo hacen ejercicio, juegos, hogueras a a luz de la luna y asan marshmallows... y todos tan contentos. Cuando regresan te comen a besos, te dan mil gracias por las cosas ricas que les preparas para comer y te declaran amor eterno por una temporadilla. Pero nosotros somos unos padres acorbada'os y este año nos ha parecido pronto para mandarle a un campamento. Nos dijimos: mejor cuando cumpla 6, no? Doy fe -y mira que lo dejo por escrito- de que el año que viene Lucas marcha de convivencias como que me llamo como me llamo...
La situación en mi casa es está: llevamos una media de rabieta por hora. Las reglas hogareñas, esas que rezan que no hay consola ni antes de desayunar ni después de cenar, la hora del baño, a lavarse los dientes, todas esas tareas que están por imperio divino y no por capricho materno, implican una media de 15 minutos de lágrimas y gritos varios. Cuando se trata de la consola los gritos son aullidos y en cada caso, vuelan juguetes y todo tipo de materiales a su alcance. Como mi hijo en el fondo es requeteprudente, cuando salen volando juguetes busca sitios donde caigan en blandito porque uno puede ir de rebelde pero no de tonto. Con un esfuerzo supremo, su padre y yo intentamos no pestañear mientras suena el temporal. En vista que la hecatombe no cuaja en nuestras entrañas, se lanza en barrena a la segunda fase del enrabietado show: "ahhhhh, no me quieresssss, ya no me quiereeeesss.. por queeeee, por queeeee sí tu eres mi mejor amigoooooooo (o amigaaaaa dependiendo de a quién enfile)"
Abrazos, golpecitos en la espalda, consuelos varios... sí, así de claro. Consuela a tú hijo mientras sufra la impotencia del pequeño dictador frustrado. Se sufre un huevazo. Lo importante siempre, creéme, es que nunca asumas que las reglas son cosa tuya, nunca. Son de carácter divino, ¿comprendes? tú eres un simple mortal que también las padeces y no está en tu mano eliminarlas, negociarlas o derrocarlas... nunca te eches ese fardo en tu conciencia ya que en menos de lo que canta un gallo te darán un golpe de estado y mandarán el reglamento familiar a hacer puñetas...
Una vez consolada a la fiera, querrá negociar. Insiste, no caigas en la trampa. Tú no puedes cambiar las reglas pero en cambio puedes ayudarle a que él las cumpla: venga, te ayudo a recoger, ok, te llevo a caballo, venga me lavo los dientes contigo a ver a quién le brillan más... sí, horrible. Después de que te han destrozado los nervios, de haberte jurado y perjurado que nunca más, nunca más tendrás hijos... después de todo, aun te comes tu rencor, ese que los padres gastamos con los sermones post-desastre que no sirven de nada en absoluto, salvo para enseñarles a ser rencorosos (cuando sea mayor voy a tener muchos hijos y así también los pisotearé con mucha verborrea hasta que se mareen y se les corte la digestión con tanto sermón). Duro de digerir pero así es: los sermones aleccionan tanto como un salmón ahumado. No gastes fuerzas a lo tonto, hazme caso, guarda fuerzas que el combate es largo y que esto que te acabo de relatar es solo una pequeña escaramuza de lo que me espera en los próximos días.
Un campamento de verano está genial. Aprenden a ser más disciplinados, a buscarse la vida por sí mismos y a confraternizar con otros hijos sin padres. De fondo hacen ejercicio, juegos, hogueras a a luz de la luna y asan marshmallows... y todos tan contentos. Cuando regresan te comen a besos, te dan mil gracias por las cosas ricas que les preparas para comer y te declaran amor eterno por una temporadilla. Pero nosotros somos unos padres acorbada'os y este año nos ha parecido pronto para mandarle a un campamento. Nos dijimos: mejor cuando cumpla 6, no? Doy fe -y mira que lo dejo por escrito- de que el año que viene Lucas marcha de convivencias como que me llamo como me llamo...
La situación en mi casa es está: llevamos una media de rabieta por hora. Las reglas hogareñas, esas que rezan que no hay consola ni antes de desayunar ni después de cenar, la hora del baño, a lavarse los dientes, todas esas tareas que están por imperio divino y no por capricho materno, implican una media de 15 minutos de lágrimas y gritos varios. Cuando se trata de la consola los gritos son aullidos y en cada caso, vuelan juguetes y todo tipo de materiales a su alcance. Como mi hijo en el fondo es requeteprudente, cuando salen volando juguetes busca sitios donde caigan en blandito porque uno puede ir de rebelde pero no de tonto. Con un esfuerzo supremo, su padre y yo intentamos no pestañear mientras suena el temporal. En vista que la hecatombe no cuaja en nuestras entrañas, se lanza en barrena a la segunda fase del enrabietado show: "ahhhhh, no me quieresssss, ya no me quiereeeesss.. por queeeee, por queeeee sí tu eres mi mejor amigoooooooo (o amigaaaaa dependiendo de a quién enfile)"
Una vez consolada a la fiera, querrá negociar. Insiste, no caigas en la trampa. Tú no puedes cambiar las reglas pero en cambio puedes ayudarle a que él las cumpla: venga, te ayudo a recoger, ok, te llevo a caballo, venga me lavo los dientes contigo a ver a quién le brillan más... sí, horrible. Después de que te han destrozado los nervios, de haberte jurado y perjurado que nunca más, nunca más tendrás hijos... después de todo, aun te comes tu rencor, ese que los padres gastamos con los sermones post-desastre que no sirven de nada en absoluto, salvo para enseñarles a ser rencorosos (cuando sea mayor voy a tener muchos hijos y así también los pisotearé con mucha verborrea hasta que se mareen y se les corte la digestión con tanto sermón). Duro de digerir pero así es: los sermones aleccionan tanto como un salmón ahumado. No gastes fuerzas a lo tonto, hazme caso, guarda fuerzas que el combate es largo y que esto que te acabo de relatar es solo una pequeña escaramuza de lo que me espera en los próximos días.
Ingredientes:
Preparación:
Esta receta es una donación para el libro que estamos preparando para los de frutas justas! copio y pego la idea por si acaso aún no te has enterado (ya me extraña con la ruido que estamos montando :-)
- 2 bananas
- 1 huevo
- 1 cucharada de azúcar integral (golosos 2)
- 1 chorro de leche (como 1 cucharada o 2)
- 3/4 de taza de harina blanca
- 1-2 cucharadas de fécula de maíz (Maicena)
- 1/2 cucharadita de polvos de hornear o bicarbonato
- aceite para freír
- azúcar blanquilla para rebozar los buñuelos
Preparación:
Pon todos los ingredientes en un bol. Con la ayuda de una batidora haz una crema. La textura es como la de un puré espeso. Si te hace falta, rectifica con un poco más de fécula de maíz. Calienta el aceite en un wok, freidora o sartén de base pequeña y profunda. Cubre con aceite, esperas a que esté bien caliente y con una cuchara vas poniendo pegotitos de masa a freír. No hagas los buñuelos muy grandes, que sean como del tamaño de una nuez menuda -las nueces de mi jardín son enormes, por eso puntualizo-. Si haces buñuelos muy grandes, corres el riesgo que no se hagan bien por dentro. Una vez dorados los buñuelos por ambos lados, los sacas y los dejas reposar unos segundos sobre papel de cocina para que absorban el exceso de grasa. Templados, los rebozas en azúcar y si puedes, deja que enfríen. yo no lo conseguí.
Esta receta es una donación para el libro que estamos preparando para los de frutas justas! copio y pego la idea por si acaso aún no te has enterado (ya me extraña con la ruido que estamos montando :-)
- consume local...compra más en fruterías y pequeños establecimientos evitando las grandes cadenas que están hundiendo los precios en origen.
- cuando tu bolsillo te lo permita, compra productos de precio justo... si no puedes siempre, ayuda de vez en cuando con pequeñas compras.
- piensa que ciertos productos bio no son ni mejores ni peores para tu salud pero sí lo son para quienes los trabajan.
- si los gobiernos y organizaciones internacionales no miran por el bienestar de la personas, hazlo tú... no los condenes al olvido.
- deseo una vida más justa y más sana, como la mía... ojalá algún día, todo el mundo tenga lo que yo tengo.... ni más ni menos.
Publicar un comentario