Bizcocho de calabacin y coco para celebrar un gran comienzo

Mañana, en toda Austria menos Voralberg y Tirol -a estos les gusta llevar la contraría- se celebra la vuelta oficial al cole. Para la familia Nobis -ósea, nosotros- es el día D, el día soñado desde que Lucas tiene uso de razón. Comenzará el cole por primera y última vez porque los próximos años serán para él una vuelta, sin este sentimiento de descubrimiento, de ser mayor, de comenzar una nueva vida. Nunca más habrá estos nervios, tanta emoción, tantos preparativos; mañana entrará de bruces en el mundo del conocimiento, de la ciencia, del saber, algo que le apasiona y muestra de ello es la cantidad de libros que tiene -y que usa- sobre el cuerpo humano, animales o planetas. A partir de mañana mi niño va a flipar en colores.

De nuevo, loca me he quedado con el sistema escolar de este país. Madre del amor hermoso, ¡nada que ver! Cuánto me he acordado de mi seño favorita -últimamente con ella siempre en mente- diciéndome a mí misma "la libélula ve esto y se le cae la lágrima". Mira, los austriacos no son perfectos -eso te lo aseguro yo que me acuesto con uno- porque tienen tantos rotos como nosotros los sureños pero en esto del concepto infancia nos dan veinte mil vueltas. Os cuento nuestro último mes -me abstengo de contar la de veces que nos han invitado a ir al cole el año pasado- y tú me dices si no es para creer en meigas.

Hace tres semanas, recibimos una carta dirigida a Lucas. Su primer correspondencia postal, imagina la emoción. Su padre se la abrió y la leyó. La carta comenzaba diciendo "Querido Lucas, soy tu profesora y estoy encantada de serlo..." a mí aquí ya se me saltaba la lágrima. No pude esperar más. Por dios que congoja más grande. 

Le informó que pertenece a la clase 1ºA que es la clase del elefante Elmar. Le contó que va a aprender a leer primero y a escribir después. Que van a cantar, pintar, aprender muchas cosas nuevas y divertidas. Le mandaba un dibujito del Elmar donde poder ir tachando los días que faltaban hasta el comienzo del cole. Le pedía que le mandara a cambio, un dibujo y unas fotos para la clase... después, para nosotros, además de la lista de cosas y enseres que necesita, nos adjuntó su dirección postal y teléfono personal, su dirección de email y una cita para el 4 de septiembre para resolver dudas.
Por un momento, mi mente retorcida pensó que lo mismo eran las tretas de una secta secreta para hacernos acudir a una reunión donde vendernos toda la enciclopedia Espasa de un tirón. No sé, que los profes se tomen tantas molestias por un puñado de críos y padres para mí es como hablar de la vida sexual de los mejillones, algo que ni siquiera sabía que pudiera existir. 

La reunión fue para hablar de los típicos detalles: almuerzos sanos, solo agua nada de zumos ni bebidas refrescantes, poner el nombre a todas las cosas de los enanos, y cosas por el estilo. La Frau Lehrerin - la Seño para que nos entendamos-, que sabe lo suyo, preguntó "¿algún niño ya sabe leer?" pregunta con segundas porque llevan todo un año diciéndonos que no les enseñemos,  que es mejor que lo aprendan todos juntos... pues dos mamis levantan la mano toda orgullosas y con mucha pomada me pareció entender que les daba su primer tirón de orejas. 

Me pareció genial parar los pies a esos padres pomposos que estiran el chicle de más para que sus niños sean los primeros, los más listos, los más guapos y los más mejores. Les machacan con agobios y estreses que solo impiden que los críos disfruten de ser lo que son, niños cruditos, que deberían dejarlos aprender todos al mismo paso pero a su aire. Y si alguno por lo que sea se descuelga, o tiene problemillas de adaptación la clase cuenta con una segunda Frau Lehrerin a bordo que se encarga de progresar con ellos a parte.

Y la guinda al embrujo. Las dos primeras semanas, solo hay clase un par de horas o tres. Los críos no están acostumbrados a mantener tanto tiempo seguido la atención. Tienen que adaptarse poco a poco. Puedes creerte que nadie protestó. Nadie puso el grito en el cielo por tener que aguantar al niño 2 semanas más en la casa o tener que buscar a una mami de día que te lo cuide 15 días más mientras trabajas; el mundo se adapta a la infancia y no al revés porque si ellos no son lo más importante en nuestras vidas ¿en qué clase de padres nos vamos a convertir? y porque si un profesional de la docencia no comprende que su labor se debe a ellos y solo a ellos ¿Qué clase de monstruo terminará siendo? esto es lo que dice el sentido común ¿verdad? 

En la infancia de Álvaro nunca pude acudir a la hora de tutoría porque era a las 10:30 de la mañana demasiado tarde para pedir permiso para entrar después y demasiado pronto para pedir salir antes. Y se me tachaba -a veces descaradamente- de madre dejada y despreocupada. A la cara, con pomada y con sutilezas pero de esas me comí mil. Y en tantos años, pidiendo un número para poder hablar o una hora más coherente para las madres que trabajábamos, pues solo un año -uno- una profesora estuvo dispuesta a adaptarse a mis horarios. A modo personal, por supuesto.
Este bizcocho se lo dedico a todos los maestros que a día de hoy, siguen ejerciendo su vocación a nivel "personal" quedando, hablando y trabajando con los enanos fuera de los extramuros oficiales. A los que cuando llegan y desean hacer cambios constructivos se les hace vacío y se les tacha de querer destacar; a los que van perdiendo la esperanza y sus sueños de cambiar un sistema escolar arcaico y obsoleto donde levanta más polvo si en el cole hay que dar o no religión que la tasa de fracaso escolar.

Ingredientes:
  • 100 gr. de lascas o escamas de coco
  • 170 gr. de calabacín cortado en trozos muy menudos
  • 2 huevos
  • 175 ml. de leche, Buttermilch o yogur
  • 140gr. de azúcar morena
  • vainilla molida o extracto de vainilla
  • 60ml. de aceite
  • 300 gr. de harina (250 repostera y 50gr. integral)
  • un sobre polvos químicos (o dos cucharaditas)
  • una pizca de sal
  • una pizca de canela

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 180ºC.  En un bol, pon el calabacín cortado en trozos muy muy menudos o rallados si quitarle la piel. Si lo rallas, cuélalo para que pierda el agua .
  2. Pon los juntos y añade los huevos, la Buttermilch o yogur, azúcar y la vainilla. Lo bates hasta que este cremoso. Añade el aceite y bate un poco más. Por último, añade el harina, el coco, los polvos químicos, la sal y la canela. Bate hasta que quede lo más liso posible (recuerda que la masa tiene tropezones).
  3. Engrasa un molde alargado o de rosca. Pasa la masa y espolvorea unas cuantas lascas de coco. Hornea unos 45 minutos hasta que esté cuajado. 

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