Las tortas de aceite y azafrán de María

Maestro, anda usted por ahí? pues sea tan amable de ponerme un poquito de música de violines que hoy vengo con otra declaración de amor... que sí, que no se me queje hombre... ya ve que no traigo dulces así que no vamos a quedar pastelones y hágame caso, porque ya verá que estas tortas saben a tanto y son tan blanditas y suaves que vamos a dejar al personal tiernecito a rabiar pero sin caer en estridencias. Se lo aseguro. ¿Cómo? que no tenemos violinista? y guitarrista? pues sea que si me apura hoy unos acordes de guitarra española nos quedan que ni pinta'os... ya verá, ya verá.

Y ahora al grano. Bueno, primero un par de vueltas porque a ver cómo me explico hoy ... porque más allá de los flechazos, de esas amistades al primer mordisco, así, sin habernos visto jamás.. sin roce, vaya, dime tú cómo expresar el chispazo que recibí cuando conocí a María... puedo, para que te voy a mentir, ya sabes que tengo labia para eso y mucho más pero hay cosas que no se sueltan a bocajarro... hay que ir sin prisa, metiendo el cariño en su contesto porque sino pierde credibilidad y las palabras se nos quedan en poca cosa y desmerecen el sentimiento. No, no. Voy a contarlo bien y para hacerlo necesito echar la vista atrás y pellizcar en mis recuerdos.

Cuando entré en su blog la primera vez y ví ese cosicas el corazón me dio un vuelco. El ico de mamá que contra más negrera se volvió más le salía ese puntico de sureña, ese ven pa'quí niña y descansa un ratico... ese tipo de frases tan de ella y que tanto disfrutaba cada vez que las dejaba caer. Rebusqué en su perfil y claro, murciana del sur, de Águilas, pueblo que a mi padre le gustaba mucho porque tuvo una panda que conoció en un viaje a Canarias que era de allí y creo que estuvo tirando los tejos a una de la pandilla.. esto no lo puedo confirmar porque soy de las que me he metido poco en las andanzas sentimentales de mis padres pero en fín, que sorda no es una y mi padre era de los que hablaba por teléfono a la antigua, pegando unos gritos bárbaros con aquello de "oyeeee, me oyeees" oooyé-qué-sí! te oigo yo y media Madrid... por lo tanto algo oí y no fue por indiscreción. Fue de puro sin querer que algún piropo y alguna cosica bonita escuché contra mi voluntad.

El caso es que ahí estaba yo, en el blog de María, con la voz suave de mamá susurrándome sus cosas y los gritos de papá con su me oyes resonando por mi teclado como una onda expansiva familiar y cercana que por arte de magia hizo que la orfandad se me disolviera entre sus guisos y sus dulces... no se explicarlo pero es algo que ya me pasó también con mi lola de Almería. Cuando la conocí  me sentí menos huérfana, no sé por qué y creo que ella lo supo ver porque me quiso mucho desde ese primer día. Luego nos conocimos y ese amor tuvo fundamento pero al principio fue como una adopción de cariño y mimos.
El caso es que ahí estábamos. Yo redecorando su blog y al tiempo nosotras haciendo migas porque el ambiente ya estaba abonado para que el cariño creciera como lechugas y aunque las dos no somos dabas a hacer güasaps, aunque nos escribimos de pascuas a ramos y aunque aún no nos hallamos hecho ningún skype, aún con todo, nos queremos muchísimo. Del mismo modo que los chiquillos sellan su amistad compartiendo escupitajos a la que se dan la mano, los blogueros lo hacemos intercambiando recetas. Es un gesto que roza el misticismo... eso de meter los sabores y olores del otro en tu vida imprime una cercanía brutal... curioso, porque este sentimiento no lo tengo cuando hago recetas del J. Oliver. Jamás se me ha ocurrido pensar a que huele su casa o mejor dicho, su plató... y sabes por qué? quieres saber mi teoría? pues porque somos guisanderas. Pucheronas de la vida que te montan un guiso al primer hervor. No somos ni chefs ni cocineras. No somos profesionales del fogón sino de llenar pancitas con mucho amor. Alimentamos cuerpos y almas con un solo cucharón y somos adictas a repartir mimos como quién reparte el bacalao.
Ella ya conoce el sabor de mi casa: Stollen o dulce de Mai y estos Brezeln  se han colado en su casica, ambas recetas muy mías, dos de las cosas que más me gustan de los austriacos... y yo? pues me he pasado meses buscando "la" receta... no, no he estado día y noche recorriendo su blog en busca de la receta perdida pero si he estado docenas de veces mirando y salivando y sufriendo entre tanta cosa rica. Pero yo quería algo especial... ni idea de qué ni cómo pero era algo que tenía que hacer saltar las sirenas para acompañar ese primer sentimiento, el flechazo inicial que convocó los aullidos telefónicos de papá y la dulce voz de mamá... y bingo! fue ver estas tortas y lo supe.

Mi madre adoraba las tortas de aceite: de pan, torticas dulces, con anís con chicharrones, con lo que fuera. Yo heredé esta pasión por el pan plano y mi padre, en fin, era un tragaldabas -eso decía mi madre- que engullía todo y muchas veces sin tiempo a saborearlo...a él todo le sabía rico así que nunca demostró especial aprecio a algo particular porque todo le valía. Se apuntaba a un bombardeo siempre que hubiera viandas que engullir.

Mi versión de estas tortas de aceite y azafrán es levada. Aquí en Austria no funcionan sin levar. Se por experiencia que terminarían siendo colines. Así que las di un levado de hora y media al sol... sí, como lo oyes: en un recipiente cerrado, cubierto con un trapo y al sol lejos de corrientes... es como un conjuro, así te lo digo. Créeme o no. No importa. Es un conjuro. Así saben a Sur, a tierra, mar y brisa... saben a la casa de María.


Ingredientes: 
  • 50 ml. de aceite de oliva virgen extra.
  • un puñaico de hebras de azafrán
  • 620 gr. de harina (de la mágica. Sin blanquear, artesanal con su cascara y germen intacto)
  • 350 ml. de leche (de la que me trae Ruddy de sus vacas)
  • 1 sobre de levadura de panadero seca
  • 1 cdta. de sal
  • 2 huevos (también de los que me traen a casa)
  • flor de sal, comino, sésamo, hinojos, nigela...todo lo que se te ocurra para espolvorear (usé además una sal de especias casera que es algo brutal)

    Un poco más de aceite para pintar las tortas.

Preparación:
La víspera, pones el aceite en un vaso junto con las hebras de azafrán. Yo no las desmenucé porque quería jugar con el sabor y el color, pero esto son cosas mías. Si deseas el azafrán más repartido y de color uniforme puedes machacar o moler las hebras. Como siempre, tú pilotas, haz lo que te plazca.

Ya metidos en harina, mezclas por un lado, el harina y la sal en un bol grande. Por otro, templas la leche y le disuelves la levadura. Añades al bol el aceite macerado en azafrán, los huevos y mezclas hasta tener una masa pegajosa. Cierra el bol, tápalo y deja que leve. Yo le dí una hora y media al sol y María 30 minutos... pues entre una y otra decide cuánto las quieres levar. Mira si tienes margen...

Precalienta el hornoa 200ºC.


Reparte la masa y forma entre 9-10 bolitas del mismo tamaño. A mí me salieron 9. Para que puedas trabajar la masa sin problemas, mójate las manos y la encimera en aceite. Estira cada bolita con las manos y colócalas en una placa de horno cubierta con papel de hornear (yo tengo unas láminas de silicona que son muy prácticas). Las pincelas con aceite de oliva y espolvoreas sal, semillas o lo que desees...

Hornea hasta que cojan color. Los panes planos son los más sencillos de hornear y los menos exigentes en cuanto a características del horno. Requetefácil:-)

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