Ensalada de pollo y nachos con salsa Catalina y un tabú

Günter me dijo el otro día que se alegraba mucho de no ser mujer. Piensa que no podría luchar constantemente con nuestros procesos hormonales y emocionales. Que se volvería loco. Que sería incapaz de sobrevivir a una menstruación, a un parto, a los sujetadores, al revoltijo de trabajo y hogar, a dar de comer a diario, a comprar y planificar lo que se pretende dar de comer a diario, a recoger y limpiar los rastros de lo que uno se comió... a diario. A no poder estar enferma o cansada. A abandonar para siempre -o hasta que lo críos cumplen treinta años- el sueño profundo por el duerme vela cada vez que un pimpollo suspira, tose o se mueve en su camita.

Lo que Gü pensó pero no pronunció -o sí, ya no recuerdo la conversación literal- fue el hecho de que todas estas pequeñas hazañas jamás tienen recompensa. Son lo que son. Lo que toca sin más parafernalia. Personalmente, me quejo a menudo. Creo que hago algo muy bonito por mi familia que me cuesta un esfuerzo gordo. Pero tampoco es para echar cohetes y a dios gracias, chicas, que nos podemos dar con un canto en los dientes porque son muchas las sociedades que aún siguen sometiendo, coartando, criminalizando o prohibiendo el mundo en femenino. No voy a entrar a lo obvio, a la falta de derechos y libertades de la mujer en gran parte del planeta. Me quedo en lo sutil del primer mundo con constituciones que rezan a favor de la igualdad de derechos y oportunidades... me planto en la cara bonita de la luna donde de forma recurrente se afirma eso de "pero esto ya no es tema. Hoy vivimos en igualdad y lo que se pretende es hipersensibilizar el entorno de la mujer "... ¿sí? ¿seguro?

Voy a contarte una historia. Algo que seguramente vas a encontrar asqueroso y fuera de lugar en un blog de comida acompañando a una ensalada. Yo, como siempre, meando fuera del tiesto. Rupi Kaur es una chica canadiense de origen paquistaní. Tiene unos trabajos fotográficos preciosos. Uno de ello, ronda sobre la menstruación. Unas fotos preciosas, nada escatológicas, envueltas en cotidiano y melancolía femenina, en ese velo del que hablaba Gü, donde cada mujer desea que el mundo se apague durante unas horas... algo precioso bajo mi prisma pero que produjo que su fotografía fuera censurada y borrara de Instagram. La foto en cuestión, es la que se ve a una mujer completamente vestida, acurrucada en la cama con una pequeña mancha en su pijama y en las sábanas. Cualquier telediario enseña en 20 segundos más sangre y carnicería en cualquier franja horaria y a nadie se le indigesta el filete por ello. No es pornográfico, no es material robado a su autor, ni atenta contra ningún grupo social.... así que solo queda pensar que se borró porque a juicio de Instagram, la foto atentaba contra la sensibilidad del espectador.

El tabú de lo femenino. Aparta tu pudor y piensa: ¿hay algo más esperanzador que ese trocito de vida que nuestro cuerpo genera cada mes y que desecha cuando no tiene una vida a la que dar forma? La insignia más femenina de nuestro ser, es el tabú más gordo que llevamos a cuestas. Claro que es un petardo y de los gordos. Mi menstruación me ha tenido varias veces en urgencias, con anemias intermitentes a lo largo de mi vida adulta y mi regla terminó extirpada junto con mi útero en un quirófano. Claro que es fastidiosa. Qué caramba! deberíamos ser heroínas por ello y no malditas. Todos los hombres deberían decir como mi Günter "menos mal que la mujer eres tú, yo no hubiera podido con ello". Valorar lo que implica, coila. Existen aún muchas sociedades de marcado corte religioso donde las mujeres menstruando no pueden cocinar ni mostrarse en público. Los llamamos retrógrados y con razón. Pero mira si somos de doble moralina. En la nuestra, modelo de progreso y bienestar, lo censuramos porque es guarro, cochino y de mal gusto. Bueno, habría que preguntar a cualquier hombre de los que no consienten que su mujer les cocine el arroz ni que se pasee por el mercado con el mes a cuestas y me juego mi mejor sartén a que contestarán que es guarro, cochino y de mal gusto.
Y por la cuenta que te trae, no extiendas tu taburización a esta ensalada porque te perderías un espectáculo mayúsculo a costa de tus prejuicios. Es un invento americano - taco salad- eso está a la vista pero el pequeñajo de la casa opina que es la ensalada más rica del mundo. Y Lucas de ensaladas sabe mucho. Quien también sabe mucho de ensaladas es Rosilet que un año más se tira a la ensaladera montando un fiestón bajo el lema #Ponunaensalada en tu verano. Ya sabes que no hago publicidad en el blog ni participo en sorteos promocionales así que mi participación en este evento es solo a la fiesta porque me parecen fantásticas estas iniciativas que nos inspiran a comer sanote y fresco ahora que el calor aprieta... por cierto, no es por chinchar pero las lechugas son caseras, las primeras de la temporada :-)


Ensalada de Pollo y nachos (cantidades a tu gusto):
  • lechuga
  • tomate
  • maíz
  • queso rallado
  • 2-3 filetes de pollo
    un chorro de zumo de manzana, salsa Worcester, sal y un poco de especias para tacos para sazonar el pollo
  • unos nachos troceados
  • Salsa Catalina  (ver receta aquí)
Preparación:
  1. En una sartén con un par de gotas de aceite, dora las pechugas por ambos lados. Sala, espolvorea las especias y con el fuego bien fuerte, añade unas gotas de salsa Worcester, un poco de zumo y deja que reduzca hasta que coja color. 
  2. Deja que templen y las cortas en trozos menudos. 
  3. Coloca la ensalada en una fuente -mejor que en un bol- y esparce el pollo por encima. Riega con la salsa -no mucha salsa que está concentrada- y termina con las migas de taco por encima para que no pierdan el crujiente.

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