Crema de calabaza, hinojo con curry y coco

Creo que pocas cosas me hacen tan feliz como ver a Lucas caminar dando saltitos. Ese trotecillo, cuando evoco mi infancia, siempre va unido a sentimientos de alegría. Cuando un niño camina así, es feliz, no me cabe duda. Y si ese niño además es tu hijo el orgullo ya es brutal: cachis, lo estoy haciendo bien. Eso pienso. Eso me dice el corazón. El pasado 22, Lucas cumplió 9 años así que hemos tenido un fin de semana con mucha celebración. Siempre atamos unos globos a la puerta exterior y así damos oportunidad a nuestros vecinos para llamar al timbre y felicitar al cumpleañero. Sobra decir que entre Alles gute y zum geburtstag a veces se cuela algún eurillo de regalo...

Ayer, cuando nuestro Milchman nos trajo la leche, felicitó al peque con retraso. El viernes había mucho lío en casa y no hubo ocasión. Echamos la hebra un rato, hablando de lo rápido que crecen y de la pena por no haber podido disponer de más tiempo para disfrutarlos. Le conté que eso me pasó con mi mayor, en España, que mi vida entonces era un sinvivir y un no parar pero que esta vez, con Lucas no he querido despegar los ojos de su nuca. Que por eso con él, me quedé en casa criándole a jornada completa y que aun así, a pesar de haber estado tan atenta, el tiempo pasó volando. Él tiene 9 hijos y me emocionó la cara de lástima que puso mientras decía que los suyos ya se han hecho mayores y que le queda la cosa dentro de no haber pasado más tiempo con ellos. Pero el trabajo de una granja no deja mucho margen... con 9! y todavía le quedaron ganas de disfrutar del niñerio.

Su felicidad solo se ve turbada por lo que oye y ve en las noticias. Aquí nadie vive inconsciente a lo que está pasando. Es la crisis humanitaria más grave desde los tiempos de los nazis. Hace unas semanas, en facebook compartí en mi muro una reflexión donde contaba como Günter había explicado a Lucas la situación:
Imagina que mamá y yo te decimos. Lucas, tenemos que irnos de casa. Ya no estamos seguros y tenemos que irnos rápidamente, no podemos esperar más. Coge tu mochila -la pequeña para que no te pese en el camino- echa dentro una muda y elige un juguete. Ya sabes, pequeño que no te estorbe. Mamá llevará otra con algo de ropa y comida. Yo también, además del dinero y documentos que hemos podido recoger... mira a tu alrededor hijo. Todo lo que ves, se va a quedar aquí. No sabemos si volveremos y si lo hacemos, lo más seguro es que ya no estén nuestras cosas. Míralas por última vez... Cerraremos la puerta y echaremos a andar. No sabemos cuánto tiempo, ni hacia dónde, ni podemos prometerte que todo irá bien...
Y mientras Günter le contaba, miré a mi alrededor. Mi cocina, mis cacharros, el cuadro de Luis, mis tapices, la camita de Lucas, el cuadro de Vicky... mi vida, dejarlo todo para no volver a verlo jamás. Dejarlo todo intacto, y no saber si vivirás lo suficiente para poder echarlo en falta. Leí un artículo en médicos sin fronteras, donde una mujer de 30 años, a la que la curaban, decía que se alegraba de no tener hijos, que la situación de los críos durante el viaje es insostenible. La travesía en barco hasta Turquía, lo recuerda de pesadilla. Un crío no paró de llorar. Estaba oscuro, hacía frío y estaba mojado. Solo paraba para rezar, porque decía que si se moría quería ir al cielo. Cuando retomaron la marcha a pie, los más pequeños muchas veces no conseguían afrontar la dureza del terreno. Se camina campo a través entre granjas y cuando cae la noche, las criaturas ya no rinden más y rompen en llanto de frío, de miedo y de hambre... esta mujer cuenta, que ha oído a niños decirles a sus padres que quieren regresar a casa. Es curioso, que la mente de un crío sienta más confortable la guerra y la muerte rápida que la tortura del camino.

Yo estoy perdiendo la esperanza. Aquí todo se desploma. Los insolidarios y asociales -la ultraderecha llevando la voz cantante- no dejan de protestar y de inventar historias para no dormir. Los voluntarios están agotados y desanimados. Austria y Alemania han acogido su cuota con muchos problemas internos. La crispación interna hacia ambos gobiernos es bestial. Todo está que se rompe porque los protestones y desestabilizadores no cesan de malmeter. Critican y mienten sin pudor. Juegan a la crispación y eso siempre funciona. En cualquier momento, las fronteras se cerraran y ya no habrá esperanza. Ya no habrá camino alguno. Y si tienes hijos, hazte esta pregunta ¿Los dejarás morir sin vender caro tu pellejo? Llegarán los saqueos, llegará la violencia y el odio. Odio a la indecencia humana y si unos no se compadecen de sus vidas, ¿por qué lo han de hacer  ellos por los otros?
Durante un par de meses lo creí posible. Creí que sí, que la presión de la gente, la presión mediática y las redes sociales obrarían el milagro. Que la gente de a pie, la gente normal, obligaría a los gobiernos a rectificar y se abrirían las fronteras. No todas, eso era de cajón, pero joder, alguna. Como siempre, el egoísmo y la avaricia está muy por encima de nuestras expectativas. Sociedad desmemoriada porque le da la gana. Egoísta porque lo quiere todo. Y ambiciosa hasta la crueldad. Y mientras sentenciamos a miles a una muerte segura, la preocupación está en si comer carne da cáncer y que para el 17 ya no habrá llamadas internacionales en la UE... siento unas ganas brutales de borrar facebook, salir de ese imbecilismo estúpido y canalla donde todo el mundo está convencido de que es muy bueno y caritativo y que los sinvergüenzas son otros.. sí, es verdad, yo misma... tal vez soy como ellos. Pero yo vivo con los ojos abiertos y no los quiero cerrar. Ni los ojos, ni mi corazón.

Si has llegado hasta aquí sin haberte ido, te regalo un plato de sopita. Más no puedo hacer. Si me callo, reviento. Llevo días queriendo parar poco por la red. Creo que cada día, me alejaré un poco más. Me asfixio, no lo puedo evitar. Hoy me han dicho que estoy muy sensible al tema. Pues sí. Y más cuando copian y pegan en su muro mis propias palabras sacadas de contexto para llamar sinvergüenzas no sé bien a quién... el caso es criticar. Nadie reflexiona.. ea, lo dejo que vuelvo a coger carrete. Pero dejo este post, con la esperanza de que el día de mañana, cuando Lucas sea adulto, lo lea y comprenda que hay cosas en la vida por las que hay que comprometerse y que la vida humana no se puede declinar como un verbo. Igual da si es la tuya, la mía, la nuestra o la de ellos.


Ingredientes:
  • 650gr. de calabaza
  • 2 bulbos de hinojo
  • 3 cdas. de coco rallado
  • 1 cdta. de pasta de curry rojo
  • un poco de jengibre
  • 125ml. de leche de coco
  • 250ml. de caldo de verduras o de pollo
  • sal y pimienta
  • Perejil o cilantro fresco a tu gusto

Preparación:
  1. Pon todos los ingredientes en una olla. Házlo como te apetezca porque de cualquier modo queda bien. A mí me gusta añadirle la leche de coco al final (5 minutos antes) para que no pierda el sabor. A los picosos, pues más pasta de curry y dependiendo del tipo de calabaza puede que se necesite un poco menos de caldo. La cocción siempre de 20 minutos máximo. El perejil o el cilantro (dependiendo del gusto) al final directamente en el plato. Y nada más que añadir salvo que está deliciosa y reconforta mucho. 

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