Pan de queso fresco sin levar o Topfenbrot

Últimamente cocino mucho y eso es bastante decir para una persona que prepara comida a diario. Pero ya sabes el dicho, al mal tiempo buena cara y mejor panza... lo sé, esa coletilla la acabo de improvisar pero estarás conmigo que con los jugos gástricos bien estimulados todo se lleva mejor y resulta menos costoso para el ánimo ponerle buen talante a los nubarrones, para que mentir.  Porque la magia de un fogón hace maravillas en el alma y como prueba de ello, la literatura anda llena de ejemplos. En El festín de Babette, una aldea introvertida por sus secretos y sus roces despierta ante el misterio de Babette, que emplea su recién adquirida fortuna en preparar un banquete para sus convecinos. Y a la que Babette se emplea en dar forma a sus manjares, todas esas panzas cándidas van despertando e impacientándose ante el misterio, ante el placer de una buena mesa y ante sus papilas gustativas en estado puro... 

En Como agua para el chocolate, Tita desde su nacimiento se expresa en la cocina. Nada acontece en su alma que no lo transmitan sus platillos. El amor, la pasión, la desgracia y la desesperación quedan almacenados en sus sabores haciendo que el respetable pierda el control de sus sentimientos al primer bocado. Joanne Harris en Chocolat, nos abre las puertas de una panadería que dejó de serlo para convertirse en bombonería, donde entre chocolates y pralinés desnuda las almas de un pequeño pueblo francés, rudo en felicidades y educado en la austeridad emocional. Ella consigue con una taza de chocolate ablandar el espíritu de sus vecinos despertando la indignación del cura sabedor que tan maravilloso aroma solo puede atraer el pecado al lugar. El pecado de dejarse llevar por las emociones. Porque Vianne es capaz de atribuir a cada ser su bombón con el que desatar sus pasiones y secretos más íntimos, dejando así la felicidad libre de cadenas. De todos menos las suyas propias... pero esa es otra historia.

Y si yo fuera un personaje de novela con el que desintoxicar emociones, montaría una panadería bollería. Sin etiquetas ni remilgos. Caprichos de a diario, para sentirse uno seguro. Migas para mojar en leche, en sopa o en salsa. Pan viejo para pudines, rebanadas para torrijas, bocadillos o simples cachos de pan para engañar que en la mesa escasean trozos de carne. Un obrador al que nunca le falte leña con el que calentar durante los fríos del invierno, dejando que la clientela repose sus huesos destemplados al calorcico del local, desatando tertulias y dialécticas al alimón de una taza de café o un cuenco de sopa porque sobra decir que no hay sueño en mi ser donde no se reclame una sopita caliente o fría dependiendo de la estación. Porque del mismo modo que el establecimiento cerraría puertas y ventanas a cal y canto para no dejar que se colaran los fríos, éste se desparramaría en frescas corrientes en los días calurosos, dejando que las limonadas y gazpachos se sirvieran sin etiquetas ni solemnidades, como tiene que ser...
Y te dirás "Mai, ¿ por qué no pones tu sueño en práctica?". Porque no se trata de despachar bondades a diestro y siniestro sino solo a los que desean ser rescatados de sus penumbras emocionales. Y para eso, la clientela también tiene que ser de novela donde las almas tóxica escasean y las buenas personas, con sus pequeños pecadillos de andar por casa, lo inundan todo. Y es que en el mundo, el veneno se extiende rápido y los antídotos escasean. Es imprescindible reducir el círculo de parroquianos a sentarse en tu mesa. Es muy triste tener que huir como Babette, Tita o Vianne. Cada una de una cosa pero todas ellas arrastrando soledades. Yo sé que el truco está en no estar solo. En dejarse abrigar, dejar las orejas en on, las ansiedades en standby y darle al off a todo el que sabotee tu felicidad. Nada más ni nada menos. Gracias a los que me habéis escrito y recordado que puedo contar con vosotros incondicionalmente. Lo sabía. Vaya si lo sabía. Sois como los antídotos. Escasos pero certeros. Rectifico, sois mi antídoto. Tal cual. 

Este pan también es un antídoto. Sin levar, rápido en hacerse y por supuesto, rápido en comerse. Antes de llegar aquí lo llevo haciendo el verano entero. Y cada día nos gusta más.  


Ingredientes:(receta original, aquí)
  • 250gr. de harina repostera
  • 1 sobre de polvos químicos de hornear tipo royal
  • 250gr. de queso fresco tipo quark (o 150gr. de ricotta y 100gr. de yogur)
  • 1 cdta. de azúcar
  • 1 cdta. de sal
  • 1 huevo
  • opcional: un poco de leche para pincelar la superficie

Notas:
  • Lo ideal desde luego es hacerlo con queso quark, queso fresco fermentado que le da una jugosidad a la masa increíble. Pero es injusto que te quedes sin probarlo por falta de quark. Mezclando un queso tipo ricotta con yogur se obtiene un queso de características y sabor muy similares. 
  • Para conseguir una costra bonita es imprescindible pincelar la superficie el pan. Puedes hacerlo simplemente con agua aunque a mi me gusta el color que le proporciona la leche. Una vez pincelado, si le espolvoreas un poco de harina por encima quedará bonito a rabiar.

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 180ºC.
  2. Mezcla todos los ingredientes juntos en un bol hasta tener una masa compacta. Puedes ayudarte con unas varillas eléctricas de amasar.
  3. Enharina la encimera y extiende ligeramente la masa. La doblas como si fuera un libro y escondes por debajo los pliegues (ver la foto de abajo). 
  4. Pasa la masa a un molde para plumcake y presiona bien para que no queden bolsas de aire en la masa. Para que quede más crujiente y bonita la corteza, pincela la superficie con un poco de leche y espolvorea un poco de harina. Hornea más o menos unos 45 minutos hasta que tenga un color dorado y uniforme.


Un par semanas después...


Esta es la versión de Ana María de Cocinando entre Olivos. Bellísimo!

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