Pasta alla trapanese
A veces es difícil digerir sin desconectar. Tras la tragedia de las Ramblas y Cambrils, he pasado a modo ausente en las redes sociales. La pena se me enquista entre tanta crítica partidista y sacada de contexto. ¿Por qué a los españoles nos gusta tanto criticar? Fíjate en las reacciones de facebook ante una noticia triste. Verás más iconos de enfado que de pena y es que, o bien nos cuesta canalizar el dolor o tenemos una mala hostia y rencor brutal que sacamos en cuanto nos la pintan calva.
Sea como sea, mi capacidad de asimilación la reservo para masticarme la pena que es mucha. Siempre que hay un atentado de cualquier índole el dolor me inunda pero cuando es en tu propia patria las penas se acentúan. Mi hijo trabaja muy cerca y seguí con mucho nerviosismo las horas siguientes al atentado. Así que ayer, como te decía, desconecté. No digo que me aislara, al revés, para disolver esa angustia interior se necesita de contacto, de expresividad y nada mejor para soltar riendas que dejar que galope la creatividad que siempre es sanadora.
Recientemente, haciendo bocetos para una cliente, me enamoré de una de las creatividades que le hice. No eligió la casita y a esas alturas yo estaba enamorada de ella. No sé por qué me identificaba tanto en ella o por lo menos no lo sabía entonces. Regresando del centro a casa, parados en un semáforo vi de dónde la había sacado. Estaba ahí, enfrente mío, en el lado izquierdo del valle medio colgada en la ladera del bosque, lo que le daba esa maravillosa perspectiva de estar rodeada hasta el propio tejado de vegetación y plantas. No es una casa especialmente bonita. Necesita pintura y estoy segura que requiere de una buena renovación. Pero es la misma que yo había dibujado. Supe en ese momento que quería tenerla cerca. Llegué a casa y me puse manos a la obra. Desde ayer mi hierbas y especias tiene una casita llena de hierbas y de semillas. Una casita donde refugiarme de los tormentos del mundo y de la vida. Madre mía, tantos años en esta ciudad, tantas veces parados en el mismo semáforo y tuve que pintarla para poder fijarme en ella...
Ayer también, me pasé la tarde hablado con mi otra heroína que al igual que la inspiradora de este strudel jamás me deja indiferente una charla con ella. Hablamos de mucho y mucha fue la inspiración y los proyectos para dejar crecer nuestros mundos imaginarios que requieren de espacio y atención. Porque los quehaceres y las rutinas a veces se lo comen todo, y hay que hacer grandes esfuerzos para no abandonar nuestros proyectos personales. Tengo la esperanza de poder contarte muy pronto que tramamos. Y mientras llegue ese momento, hay que comer. Yo te dejo hoy con esta pasta, hecha con un pesto crudo muy veraniego. Tengo la suerte de hacerla con tomates y albahaca de mi huerto. Un verdadero lujo que hay que saborear despacio y con esmero. Pero es tan fácil y rápida de hacer que sería una pena no poder darte el gusto.
Ingredientes para 3 raciones:
- 400gr. de pasta
- 200gr. de tomatitos
- 2 dientes de ajo
- un manojo de albahaca fresca
- 50gr. de almendras sin piel
- 30-50gr. de queso pecorino o parmesano
- 30-40ml. de aceite de oliva
- sal y pimienta al gusto
Preparación:
- Hierve la pasta hasta que esté al dente en agua hirviendo con sal.
- Mientras tritura todos los ingredientes del pesto juntos menos la sal y la pimienta que es mejor añadirlo al final.
- Mezcla la pasta con el pesto y sirve al momento.
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