Tortas vikingas super crujientes

Vikingos, los nombro y me pongo nerviosa. Y es que a mí siempre me han gustado mucho, para qué mentir. Vale que eran muy brutos pero qué quieres, por aquel entonces todo el mundo mundial era salvaje de narices y el que quería hacerse con un dinerillo se marchaba a guerrear y todos tan contentos. Y ¿Por qué eran tan temidos? Pues porque a diferencia de las soldadescas del sur que se las tenía Mediterráneo pa'rriba Mediterráneo Pa'bajo a pan y agua -de manduca y de revolcones- pasando unas miserias tremendas, pues los vikingos nada que ver. A ver como lo digo sin resultar grosera... todos los vikingos venían bien comidos y mejor follados de casa así que cuando guerreaban lo hacían contentos y felices. Hoy en día ya sabemos lo importante que es trabajar motivado porque indiscutiblemente, la jornada laboral se completa con más satisfacción y mejores logros.

Así que expoliando eran unos hachas. No había tesoro que se les resistiera y como ellos no tenían mucho interés en hacer esclavos, pues si entre mamporro y mamporro se les quedaba tieso un lugareño, mira que no pasaba nada porque no temían que se les echara a perder la mercancía. Quizás por eso daban tanto miedo, por ser tan despegados y no querer hacer esclavos. Otro cantar eran las mujeres... ains qué tendrán las féminas que tanto les gustaban. Dicen las malas lenguas, que los clanes antiguos se deshacían mucho de las nenas al nacer porque salían caras. Un varón guerreaba y se hacía su propia fortuna que aportar al matrimonio pero a las mujeres como no se las llevaba en los saqueos pues no tenían ni una perra gorda con la que apañar sus dotes y debían ser los padres los que soltaban el parné así que cuanto menos chicas mejor. El problema es que llegó un momento que escaseaban y aquí es donde les dolió el tema porque como casi todos los brutotes de entonces, solo aprendían por las malas y a fuerza de carencia aprendieron a valorarlas, respetarlas y mimarlas.
Por lo tanto, una vez vencido el pánico inicial a que te violen y todas esas bestiadas que se hacían en las invasiones, las mujeres robadas se dieron cuenta que después de todo, no habían salido mal paradas. En el momento que parían un varón dejaban de ser esclavas y se convertían en mujeres libres heredando la misma posición que el marido. Eran las jefas de su casa y de las granjas. Donde ellas decían "quieto para'o" no había vikingo que meneara ni un pelo de la barba. Tenían derecho a heredar si enviudaban y si optaban por volver a casarse y el bárbaro les salía rana podían divorciarse. Y así las cosas, ninguna deseaba ser rescatada. Sí hombre, volver al cinturón de castidad, al convento, al velo y a la misa diaria pudiendo disfrutar de la vida tan ricamente.

Y sin tapujos, pues para las cosas carnales eran -y son- de mentalidad abierta carente de pudores y vergüenzas, y si en medio de una fiesta de bienvenida apremiaba revolcarse con la parienta, recurrían al aquí te pillo aquí te ensarto y luego a seguir con la comilona y el jolgorio tan campantes. De espíritu alegre, jovial y desinhibido, altos, fuertotes y guapetones... ¡qué quieres! ¡cómo para volver! en la cristiandad las tacharían de perdidas, brujas y lujuriosas pero a ver que robada renunciaría a su estatus de mujer libre con derecho a roce, a juerga y a la caja de caudales. A ver, alguna puede salir lela pero en general, las mujeres, como que de tontas tenemos poco...
Y toda esta historia para decirte que hoy toca receta sueca. De Vicky, mi querida galletita que me inspira más que un Velázquez. Sus recetas y sus post son una fuente de estímulo. Si he vuelto a la rutina de publicar de nuevo después de la crisis que he padecido ha sido gracias a su entusiasmo y estímulo. Gracias materita. Volviendo a las tortas, éstas son super crujientes como jamás las había comido -en plan casero- y aunque las fotos tienen un tostado horneé el domingo temprano. Mientras hacía estas fotos, los chicos preparaban un par de ensaladas.  nos sentamos a comer con todos esos quesos y verduras desparramados por la madera gigante del Ikea -más vikingos- y disfrutamos entre risas de tanto cranch-cranch, crunch-crunch música celestial para estas super crujientes.


Ingredientes:
  • levadura seca para pan para 300gr. de harina (en mi caso 4gr.)
  • 175 gr de agua templada
  • 1 cda de miel
  • 150gr. de harina de fuerza (trigo o espelta)
  • 30gr. de harina integral de centeno
  • 60gr. de harina integral de espelta
  • 1 cdta. de sal marina
  • 60gr. de semillas molidas variadas (yo he usado sésamo, lino, amaranto y algo de alcaravea)
  • adicional: un chorro de aceite e oliva y harina para manejar la masa

Notas:
  • Importante a tener en cuenta el factor horno. Vicky las horneó a 200ºC con el aire activado. A mí las 4 primeras se me tostaron en exceso. El resto las he horneado a 220ºC pero a mi horno no le gustan las temperaturas altas y me deja el dorado de la superficie irregular. Es importante que cada cual adapte la cocción a su cocina. La idea es que queden muy crujientes porque es la gracia de estas tortas. La estética siempre será bonita.
  • También opté por pincelar la superficie con un poquito de agua antes de meterlas al horno. Tardan un poquito más en coger color porque tienen que evaporar más humedad, pero me gusto mucho el efecto. Lo recomiendo.
  • Que combinación de semillas usar es algo que va a ir a tu gusto pero el sésamo es casi obligado en este tipo de tortas nórdicas.
  • Te recomiendo que a la hora de hornear, tengas un ayudante que te vigile la cocción porque va muy rápida y sobre todo porque en un abrir y cerrar de ojos se te pueden tostar demasiado y así cogerían sabor amargo.
Preparación:
  1. Disuelve en el agua templada, la levadura y la cda. de miel. En un bol o robot de cocina, mezcla todos los ingredientes restantes con esta solución. Amasa unos 5 min. en ambos casos.
  2. Unta con un poco de aceite tus manos y la masa, haces con ella una bola y la dejas descansar 1 hora en un bol sellado con film de plástico.
  3. Precalienta el horno a 200ºC con aire o a 220ºC sin él.
  4. Enharina la encimera, haz bolitas de unos 40gr. máximo y procedes a estirar la masa todo cuanto el rodillo te permita. Con el palo de una cuchara de madera, haz un agujero en el centro, le das giros circulares para que coja holgura y finaliza recortando los bordes del agujerito. Yo usé un tampón de rosca que hizo muy bien su trabajo.
  5. Coloca las tortas en una plaza de horno con papel adecuado, y juesto antes de hornear, las pincelas con un poco de agua y las pinchas con un tenedor por todas partes.
  6. Hornea y cuando este doradas por un lado, les das la vuelta y procedes teniendo en cuenta que esta vez necesitará menos tiempo. Puedes degustarlas recién hechas y aún calentitas. Un placer inmenso, a Odín pongo por testigo.

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