Crema de champiñón al estilo de los Alpes
Sentir. Del lat. sentīre.
Conjug. modelo.
1. tr. Experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.
2. tr. Oír o percibir con el sentido del oído. Siento pasos.
3. tr. Experimentar una impresión, placer o dolor corporal. Sentir fresco, sed.
4. tr. Experimentar una impresión, placer o dolor espiritual. Sentir alegría, miedo.
5. tr. Lamentar, tener por doloroso y malo algo. Sentir la muerte de un amigo.
6. tr. Juzgar, opinar, formar parecer o dictamen. Digo lo que siento.
7. tr. En la recitación, acomodar las acciones exteriores a las expresiones o palabras, o darles el sentido que les corresponde. Sentir bien el verso.
8. tr. Presentir, barruntar lo que ha de sobrevenir. U. especialmente hablando de los animales que presienten la mudanza del tiempo y la anuncian con algunas acciones.
9. prnl. Dicho de una persona: Formar queja de algo.
10. prnl. Padecer un dolor o principio de un daño en parte determinada del cuerpo. Sentirse de la mano, de la cabeza.
11. prnl. Hallarse o estar de determinada manera. Sentirse enfermo.
12. prnl. Considerarse, reconocerse. Sentirse muy obligado.
13. prnl. Dicho de una cosa: Empezar a abrirse o rajarse. Sentirse la pared, el vidrio, la campana.
14. prnl. Dicho de una cosa: Empezar a corromperse o pudrirse.
De qué nos vale el amor, la alegría o la felicidad sin sentir. No hay sinsentido más grande que una vida sin emociones. Dicen que tenemos cinco sentidos contables y que el sexto, el fantasma, es al que se alude cuando nuestras percepciones son indefinidas, indecisas o carentes de respuesta lógica a pesar de que algo por dentro -posiblemente nuestra propia naturaleza irracional- nos dice que sí, que sentimos mucho más de lo que el cerebro es capaz de procesar y convertir en un discurso razonable.
De qué nos vale juzgar, entender, considerar, analizar o apreciar si nuestras capacidades sensitivas están mermadas y atrofiadas. Y no se trata de ser corto de vista. de oído, carecer de olfato o calzar unas papilas gustativas deformes de tantos edulcorantes y aromatizantes. No, hablo de la dictadura del sentir donde todo es blanco o negro; conmigo o contra mí; o me acompañas en el sentimiento o eres un apátrida emocional. Si sentimos cosas que no podemos expresar porque son políticamente incorrectas, inoportunas o irreverentes, de qué sirve el verbo sentir si solo nos va a condenar al ostracismo espiritual.
¿Quién cataliza nuestra forma de sentir? ¿Quién entrena sus habilidades o infortunios? ¿Quién la aprecia, la interpreta o censura? En manos de quién está nuestro ser que no es nada sin sentir cosas... y con esto vuelvo al primer párrafo: ?¿De qué nos vale el amor, la alegría o la felicidad sin sentir? No hay sinsentido más grande que una vida sin emociones.
En mi entrada anterior, te hablaba de nuestras supernovas, de la imperante necesidad de canalizar correctamente la energía de nuestro organismo para no generar agujeros negros que todo lo engullen. No lo decía con estas palabras pero no deseo aburrirte repitiendo lo dicho ante unas torrijas. El sentido común, el del equilibrio, del humor, interior, bueno, malo ¡qué se yo! hay tantos estados afectivos que nos superan y a veces de tal manera que nos inmunizamos y dejamos de sentir otras cosas como en una cicatriz, que no se siente al tacto pero cada vez, con el cambio de tiempo, duele. ¿Si está insensible por qué una tarde de lluvia puede doler? ¿tiene esto sentido?
No, claro que no. Regreso al concepto del catalizador que según la RAE es una persona o cosa que estimula el desarrollo de un proceso. Y no viene a contar nada más. Algo con tanta responsabilidad vital se queda reducido a una simple línea evasiva y sin emoción. Vivimos en un mundo con demasiadas palabras pero pocas respuestas.
Ingredientes:
Preparación:
- 250-300gr. de champiñones marrones (o mezcla de champiñones y setas)
- 150gr. de pan moreno
- 1 cebolla
- 2 dientes de ajo
- un vaso de vino blanco
- 150gr. de queso de montaña (Bergkäse) o Gouda en su defecto.
- concentrado de caldo (yo uso tipo Boubillon de carne)
- agua
- un poco de aceite
- 3 cdas. de yogur natural
- algo de tomillo o mejorana
Preparación:
- Pocha la cebolla y los ajos en una cacerola con un poco de aceite. Añade los champiñones y rehoga a fuego fuerte para que no se deshidraten. Deja que coja color porque el sabor de esta crema depende mucho de esa costrita tostada que deja en la base de la cacerola.
- Añade el pan, el queso y el caldo hasta que cubra. Deja que cueza a fuego lento 10 minutos. Apaga el fuego y sin abrir la cacerola deja que repose otros 5 minutos.
- Añade el yogur, la mejorana (o tomillo) y tritura la crema. si queda muy espesa puedes añadirle algo de agua. Sal pimienta y sirve bien en caliente para que el queso no se solidifique. Puedes servir acompañado de unos dados de pan tostado y/o unos tacos de jamón.
Publicar un comentario