Bambas de nata

soledad 
Del lat. solĭtas, -ātis.

1. f. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.
2. f. Lugar desierto, o tierra no habitada.
3. f. Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.
4. f. soleá.

Hace  más de 10 años que este blog de recetas empalabradas, toqueteó la definición de amistad y cinco años más tarde, tristeza. Acudo a ellas porque creo que tienen una importancia vital si hablamos de soledad. Y es que los amigos nos sacan y nos sumergen en soledades, a veces por bemoles y otras de puro sin querer, porque al fin y al cabo somos seres sociales con hábitos y necesidades muy complicadas, las cuales se nos escapan de las manos con frecuencia. 

De hecho, hay estudios que dicen que necesitamos de un número más o menos estable de amigos y que cuando llega uno nuevo, damos de lado a otro menos necesario en ese momento. También dicen que solemos reemplazar hasta la mitad de nuestras amistades cada cinco o siete años. Y lo que es más espantoso: hay investigaciones que demuestran -o eso cuentan- que solo la mitad de nuestras amistades son mutuas. Vaya, que solo la mitad de los que tenemos por amigos-amigos sienten lo mismo por nosotros. 

Con este panorama, ¿qué puede salir mal? 
Así que terminamos diciendo eso de mejor solo que mal acompañado y nos sumergimos en soledades para sobrellevar mejor los palos. Pero como un clavo saca a otro, ya vendrá un amigo -esperado o no-, nos sacará la astilla y pelillos a la mar. Adiós tristeza. Viva la amistad. ¿Fin de la soledad? Ni hablar, olvídate.

Porque la soledad no es tan lineal como la pintan. El problema radica en el hecho de que las personas tenemos una relación muy atípica aunque necesaria con ella. Nacemos y morimos solos. Eso marca. Necesitamos del reposo y aislamiento, a veces para escabullirnos ante el desafío de los convencionalismos sociales que nos abruman y agotan con frecuencia. O para meditar, pensar, crear, fantasear... cientos de escenarios donde la soledad es amigable, sanadora y nos ayuda a mantenernos en equilibrio con nosotros mismos porque, la verdad sea dicha, las amistades a veces nos sobre estimulan. Nos llevan y nos traen por caminos que no deseamos andar. Y además, hablemos claro: hay gente muy intensa que no se detiene frente al discurso "te doy la zurra hasta que te explote la cabeza". Triste pero cierto.

La pandemia cambió un poco la percepción de la soledad. Nos dimos cuenta que algunos amigos -fortuitos o convenientes por lo que sea-  se evaporaron porque fuimos conscientes de no necesitar tanto ruido alrededor. Estar en casa, con la familia, supuso para muchos un nuevo escenario de confort y bienestar con relaciones sociales recortadas pero recogidos por los suyos. A otros, en cambio, se les cayó la casa encima, atrapados en muchos casos sin poder reunirse con la familia dejando en ese encierro cicatrices que ya no logran olvidar. 

En cualquier caso, ¡Ay soledad! qué intrigante e injusta puedes llegar a ser. Con cuánta desmedida te entregas y cuán jorobada puedes llegar a ser. Cuánta gente hay ahí fuera deseando que les quites el ojo de encima. Y tú, erre que erre. 
Y para dar la espalda a las soledades no deseadas, quienes participamos en el reto de Homenajeblog buscamos el encuentro y la amistad haciendo lo que más nos gusta; cocinar y compartir lo que preparamos no solo con nuestras familias sino también todo el que quiera apuntarse a pasar un ratico en buena compañía. Cada mes nos colamos en cocinas ajenas y homenajeamos al anfitrión cocinado alguna de sus recetas. 

Este mes, es el turno de Gloria,  de Comidería y postrería, un blog que apenas conocía así que ha sido un gustazo conocer un nuevo rincón de esta bloglosfera tan enorme. Me encapriché de estas bambas de nata que era uno de mis dulces favoritos. Con su propia historia: la tienda de bicicletas de mi abuelo daba con una pastelería donde hacían las mejores bambas del mundo... o eso nos lo parecía, porque nos invitaba el abuelo Satur y eso era algo grande. Nos colaba por la trastienda, nos comían a besos contando lo mayores y guapos que nos estábamos haciendo y nos daban la bamba envuelta en mil servilletas, como si así se conjugara más y mejor el cariño que estos bollos rebosaban. Si es que todo tiene su cosilla, ¿verdad? 



Para 7 bollitos de 80gr.
Prefermento:
  • 65gr. de harina de fuerza
  • 40gr. de agua
  • 1 sobre de levadura seca para pan
Ingredientes:
  • el prefermento
  • 200gr. de harina de fuerza
  • 50gr. de azúcar
  • 1 huevo
  • 65gr. de leche
  • 40gr. de mantequilla blanda
  • Huevo batido mezclado con leche para pincelar
Para rellenar:
  • 250ml. de nata líquida
  • 3 cdas. rasas de azúcar
  • 2 cdas. rasas de queso mascarpone
  • opcional: un poco de vainilla
Notas:
  • Necesité un poco más agua para el prefermento porque no me absorbía toda la harina. Lo que le puse de más en agua (10gr.) se lo quité luego de leche.
  • La receta original mezcla harina de fuerza con harina repostera. Yo prefiero usar de fuerza.
  • He suprimido 1/2 cucharadita de miel porque me parecía ya suficiente dulce.
  • No soy nada fan de los estabilizadores al hacer nata montada y si no le pones se va a salir por todos lados a cada mordisco. Mi truco es ponerle mascarpone que le da firmeza y encima suavizar el sabor. Por cierto, la nata montada me encanta con un poco de vainilla.

Preparación:
  1. Una o dos horas antes, mezclamos los ingredientes del prefermento para que le de tiempo a activarse a la levadura.
  2. En un bol, pon el prefermento y todos los ingredientes para hacer la masa menos la mantequilla. Amasamos ( a mano, con varillas eléctricas o amasadora) y cuando haya ligado la masa, dejamos que descanse 5 minutos. Mientras recogemos.
  3. Vamos añadiendo la mantequilla y amasamos hasta que la masa este bien desarrollada y se despegue delas pareces del bol a pesar de que la masa esté pegajosa. Si no se despega, añade poco a poco algo más de harina. Dejamos levar 2 horas.
  4. Dividimos la masa en porciones de 80gr. (7 bollitos) y formamos bolitas. Si la masa se pega a la encimera, pon un poquito de harina por encima. Coloca las bolas sobre la placa de horno con papel de hornear. Pincela con huevo y leche y deja que leve de nuevo media hora
  5. Precalienta el horno a 170-180ºC. Mucho calor podría hacer que estallasen las bambas. Vuelve a pincelar los bollos y los horneas hasta que tengan y color bonito por encima. Deja que enfríen por completo.
  6. Para el relleno: monta la nata con el azúcar y la vainilla. Añade después el mascarpone. 
  7. Rellena cada bamba con ayuda de una manga pastelera o una cuchara. Espolvorea azúcar glas por encima.

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