Ensalada de judías, atún y pimientos asados
esplínDel ingl. spleen 'bazo', 'melancolía', este del lat. splen, y este del gr. σπλήν splḗn.
1. m. Melancolía, tedio de la vida.
Tercera entrada consecutiva que hablo del cortisol alto. ¿Por qué? porque enfermedades -mejor dicho, patologías- aparte, el estrés, la depresión y la ansiedad convergen irremediablemente en este pozo que arrastra a nuestra microbiota -la flora intestinal- en una relación malsana que nos aplasta el poco ánimo que nos queda. Primero en este post y después en este otro, he venido poniendo un poco de contexto en la relación existente entre los estados depresivos y/o de estrés con nuestros dos cerebros.
Mira, estos son los síntomas del cortisol alto: aumento de peso, dolor de cabeza, problemas de concentración, fatiga, acné, facilidad para los moratones y dificultad para cicatrizar arañazos o heridas, dolor y debilidad muscular, irritabilidad, tensión alta, taquicardias... y alguna cosilla más. ¿A qué te suena? Pues a todas esas cosas que llevan a romperte, a los ataques de ansiedad, al "no puedo con mi vida" como eslogan.
A mi madre la recuerdo de siempre con esplín, silenciosa y apática. Se pasó el embarazo de mi hermano pequeño sentada en el viejo sillón de orejas del comedor, delante de la tele con sus cafés y cigarrillos -eran otros tiempos, no la juzgues-. Cuando me reencontré con Mila -nuestra querida Mila- le pregunté si en Daimiel mamá también era así. Me dijo que sí, que pasaba de días muy activos y alegres a no poder levantarse de la cama. Nunca le diagnosticaron depresión porque jamás se trató ni cuidó de su salud. Eran tiempos donde la depresión era de débiles y ella no lo fue porque estuvo en guerra civil consigo misma probablemente su vida entera. Perdió un hijo muy jovencito con una agonía larga y horrible, y estuvo a punto de perder también a Luisfer, que a día de hoy sigue luchando con las secuelas de aquel cáncer raro que padeció y que entre otros rotos, le ha dejado con la depresión por estandarte y viviendo con él en modo pensión completa.
A mi hijo mayor también le susurran los estados depresivos con demasiada frecuencia. Los malos hábitos, un padre canalla y desaparecido, y sobre todo -eso creo yo- la soledad le tiene maltrecho. Siempre huyendo de sus fantasmas refugiándose en costumbres que no le hacen bien.
Y Günter, el penúltimo en llegar a mi vida, estuvo roto y de baja dos años y pico. Diagnóstico: burnout y estrés acumulativo que terminó en una depresión severa. Tantos años después sigue con la medicación porque le sienta bien y continua visitando a su terapeuta y al psiquiatra un par de veces al mes. Vivir con una persona como él, es muy complicado: un tipo muy muy inteligente, de mente matemática, llena de números, fórmulas y conocimiento pero con una inteligencia emocional subdesarrollada que ha tejido una dependencia afectiva conmigo que me ha dejado agotada.
Y Günter, el penúltimo en llegar a mi vida, estuvo roto y de baja dos años y pico. Diagnóstico: burnout y estrés acumulativo que terminó en una depresión severa. Tantos años después sigue con la medicación porque le sienta bien y continua visitando a su terapeuta y al psiquiatra un par de veces al mes. Vivir con una persona como él, es muy complicado: un tipo muy muy inteligente, de mente matemática, llena de números, fórmulas y conocimiento pero con una inteligencia emocional subdesarrollada que ha tejido una dependencia afectiva conmigo que me ha dejado agotada.
Muchos años dando, sin recibir recompensas; 20 años lejos de mi mundo y de mi hijo mayor en una ciudad que tantos años después sigo sin sentir mía, sin raíces ni arraigo. Sola, así me siento. Y aunque lo vi venir, y aunque avisé de mi agotamiento emocional, y aunque me quejé hasta el aburrimiento pidiéndole más cariño, más implicación... pidiéndole que me quisiera más y mejor, no por dentro sino por fuera, que se vieran esos afectos cuando se necesitan... pues ya ves, aquí estoy delante de esta ensalada requete Omega3, sorbiéndome los mocos y centrada en ver como salgo de ésta. Te seguiré contando porque ahora que he empezado, no lo voy a dejar a medias.
Ingredientes:
- 500gr. de judías blancas cocidas
- 2 pimientos rojos para asar
- 3-4 dientes de ajo
- 1-2 latas de atún (dependiendo del tamaño)
- 1 huevo duro
- aceite de oliva, sal y vinagre de vino
- opcional: unas rodajas de tomatitos para decorar
Preparación:
- Asa en el horno (unos 170ºC) los pimientos rojos y los ajos con un chorrito de aceite de oliva. Una vez que enfríen, los pelas.
- Prepara el aliño con los ajos asados (estarán muy blanditos y los puedes aplastar con un tenedor) aceite de oliva (o del atún si es en este aceite) vinagre de vino y sal a tu gusto.
- En una fuente monta la ensalada: mezcla las judías, los pimientos troceados y el aliño. Añade el huevo duro cortado en trocitos y el atún. Puedes decorar con unas rodajitas de tomates cherry.
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