Nectarinas en salsa de vino dulce y una fiesta

Persianas a media luz, el viento que se cuela por las cortinas y un almuerzo ligero y dulce... ¿es esto el paraíso?
(yo misma, hace un ratico)
A todos los que estáis pasando un calor pa'morirse os dedico este momentico tan lindo que he disfrutado al comer estas nectarinas; la calle en silencio, Luquitas tumbado en el suelo -porque le gusta el fresquito que desprende- y me he dicho: "Ay veranico de mi alma, manda un poco de este fresquete a los que están necesita'os y no pegan ni un ojo cada noche".
Segundo año en el Kindergarten y segunda Sommerfest. Junto con el cumpleaños de Lucas, la Familienfest (la fiesta de la familia) y ésta, la de fin de curso, son las 3 fechas en el calendario de vacaciones del papá que quedan reservadas de un año para otro. Porque ese rato oyéndolos cantar, aplaudiendo con ese fanatismo fraterno-filial, disfrutando de los juegos, todos juntos pero sin estar revueltos... y las salchichas! este año ha tocado parrilla de salchichas y nos hemos chuperreteado los dedos a placer. Porque ¿quién se perdería un rato tan lindo si no es por obligación?
Recuerdo cada año en la fiesta de fin de curso, la ilusión que me hacía que vinieran mis padres y que me vieran en la obra de teatro, esa que cada año hacíamos en clave de comedia y por lo normal, destrozábamos a los grandes clásicos sin pudor alguno. Me gustaba el royo familiar y ese ambiente fraternal en los pasillos donde por unas horas, el olor a perfume y a loción de afeitar se colaba en las aulas, mezclándose con sus olores propios: a niño frito y plastilina. Me emocionaba mucho cada vez que mi padre me decía eso de "pero que salero tienes, hija!" y haciendo un guiñito sutil añadía "mamá, has visto? nos ha salido una Garbo". Pero también te digo que me tocaba un poquillo la moral eso de no terminar de saber si mi padre me lo decía en serio o en guasa. Un petardo gordo, desde luego, porque una va creciendo y se va volviendo una pizca paranoica en esas atmósferas sutiles donde uno la suelta, pone cara de jugador de Mus y a ver que pasa. Yo he sido siempre de las que he estado en el grupo de " a ver que pasa" y claro, me las he comido a pares, a la chica y a la grande...

Hasta que a la fuerza se va creciendo y se aprende -además de a tirarse órdagos- dos cosas: una, a soltar un berrido a tiempo siempre que alguien me ronde con sutilezas que a nada llevan y antes de entrar en más materia y dar pie a salir tarifando, he optado por adelantarme con un "a mí las cosas claritas que si no me embalo y cuando eso pasa me estrello contra quién sea... me entiendes, ¿no?" y hala, paz y después gloria que para juegos ya tenemos las cartas. Y la segunda, a darme cuenta que mi padre no tenía nada de imaginación ya que el cine y la literatura están llenos de comentarios similares sacados a colación por hijos resentidos que como yo, desarrollaron en su niñez el trauma del "ombligo susceptible" .

Pero esa es otra historia. Hoy ha tocado agradecer a las Tantes lo mucho que hacen por nuestros niños. No es la primera vez que saco este tema pero tengo que decirlo que si no reviento. La educación de los niños, en mayor o menor medida, es compartida por todos aquellos adultos que conviven con ellos. Porque si la convivencia nos implica a todos, parece lógico pensar que todos debemos cooperar en el aprendizaje de los peques. Los educadores pasan gran parte del día con nuestros enanos y ellos llevan el estandarte en muchos asuntos. Todo lo que un niño aprende, ya sea de unos o de otros, lo debe de practicar también en el otro lado de la cancha. Entre un educador y un padre tiene que haber mucho respeto y mucha claridad. Sin ombligos susceptibles y sin juegos a lo "la suelto y a ver que pasa"; claridad, confianza y respeto. Todo lo que nos recomiendan se hace y sin discutir. Nunca se han metido ni en nuestro estilo de vida, ni en nuestra manera de hacer las cosas. Si algo no va bien, lo dicen. Si algo se tiene que mejorar, lo dicen. Estamos en el mismo bando y tenemos el mismo objetivo y encima ese objetivo resulta que es lo que más queremos en el mundo. Tengo dos hijos con 20 años de diferencia entre ellos y dos historias completamente opuestas. De la nefasta experiencia con Álvaro he sacado en claro que ésta de ahora es la forma correcta de hacer las cosas y cuando das con buenas personas, que además son buenos educadores y que además el sistema educativo es más flexible y cercano...pues qué quieres! un gustazo...

Así que cada año, cada familia lleva un regalín a las Tantes para agradecer el esfuerzo y el cariño que les dan a los niños. Muchas plantitas con lazo, muchos bombones y solo un par de cestitas con productos caseros y adornados con un ramillete de flores aromáticas del jardín...las ha chiflado porque adoran ese amor a lo hecho en casa, y los detallicos sencillos como ese ramito con flores de lavanda, de tomillo y de cilantro además de  unas ramitas de romero y orégano. Cosas naturales que a día de hoy, son un lujazo poder disfrutarlas. Yo lo sé y es por eso que lo regalo de corazón sabiendo a ciencia cierta que algunas cosas no se cambian ni por todo el oro del mundo.
En esa cestita, había galletas. Y de las ricas. La clásica american cookie tuneada con chocolate blanco y trocitos de albaricoques secos. Si quieres la receta y saber mis trucos -que los hay- acude a esta entrada donde voy contando de vez en cuando mis logros y mejoras.

Además, una conserva de nectarias en salsa de vino dulce. Yo no me he podido resistir y hoy he almorzado un buen plato. Con helado que en verano es lo suyo aunque acompaña igual de bien con yogur, con requesón o ricotta o crema agría. Cada cual con su cosa que con los gustos ya se sabe.



Ingredientes:
  • 1 kilo de nectarinas o melocotones
  • 1 copita de vino dulce (oporto, moscatel... cada cual el vino que más le guste)
  • 1/2 copita de licor de frutas. Yo he usado limoncello
  • 1/2 vaina de vainilla
  • de 3 a 6 cucharadas de azúcar moreno (depende del dulzor del vino)
  • el jugo de medio limón

Preparación:

  1. Corta la fruta en gajos no demasiado menudos para evitar que se pueda deshacer. 
  2. En una sartén grande, pon el azúcar y la fruta. Saltea 2-3 minutos, no más. Añade la vainilla a la que le habrás sacado la pulpa (el haces un corte transversal con un cuchillo grande de cocina y con su canto contrario, presionas la vaina de un lado a otro. Usa esa pulpa y añade también las vainas para que suelten todo su sabor). 
  3. Añade el vino, el licor y saltea de nuevo otro par de minutos. Retira la fruta escurrida en un bol. Añade el zumo de limón y deja que todo el jugo se reduzca por lo menos a la mitad. Prueba y rectifica de azúcar. 
  4. Retira del fuego y deja que se enfríe.Si vas a guardar en conserva, mi consejo es que no unas la fruta al caldo hasta que ambos estén fríos porque si no la fruta se seguirá cociendo del calor de la salsa y puede que quede demasiado blanda.

Si te ha gustado, comparte o imprime:

Publicar un comentario

 
Copyright © En pruebas: HyE. Diseñado con por Las Cosas de Maite