Bollitos copiados de manzana en dos recetas: con masa levada y sin levar
paráfrasis
Del lat. paraphrăsis, y este del gr. παράφρασις paráphrasis.
1. f. Explicación o interpretación amplificativa de un texto para ilustrarlo o hacerlo más claro o inteligible.
2. f. Traducción en verso en la cual se imita el original, sin verterlo con escrupulosa exactitud.
3. f. Frase que, imitando en su estructura otra conocida, se formula con palabras diferentes.
Hubo un tiempo no muy lejano que la cabecera de este blog rezaba eso de "una vida pa'comersela" . Mira que a mí me parecía muy pintón y como muy mío pero hay que ver lo que son las cosas del expatriado que no sabía yo que se emite -o se emitía- una serie creo que en Tve titulada con la misma frase. Me lo pensé mejor y mira, me la he comido. Total, si me veo capaz de zamparme el mundo por unas letritas de nada no me van a salir granos en la frente. Y es que la originalidad es jodida a rabiar, cómo se esconde la muy canalla y cuantas vueltas de tuerca nos hace dar para luego, a la primera de cambio, salir de rositas con eso de tu gozo en un pozo o más propio a este relato sería: ¡cachis! que no se me ocurre nada que venga al caso, pero no nos vayamos ahora a ofuscar por eso, sigamos...
Va a ser que no hay manera de ser original hoy en día. Es más, me atrevo a decir que la originalidad como tal nos la han robado. Antes sí que era propio y hasta elegante hacerte con algo ajeno como homenaje al autor o simplemente por parafrasear lo dicho por otro. Tan fácil como coger un trozo de lo escrito por alguna otra alma -cándida, famosa o más respetada- pasarlo a verso y el versador se lo marcaba como propio por el morro. A ésto se le llamaba -agárrate los machos- paráfrasis. Primera vez que me enfrento a semejante vocablo, para qué mentir. Y es que la RAE puede ser muy perversa cuando quiere y ciertas palabrejas, si uno no sabe de ellas suenan a malsanas, a poltergeist o cuando menos inspiran preocupación.
Pero ya ves qué bonito era eso de ejercer la paráfrasis. Mozart lo hizo y varias veces. Algunas de sus piezas más lindas están engalanadas con trocitos de Haydn y Schobert, y es que antes, cuando se quería homenajear a un maestro se le pegaba a modo de guiño un pedacito de sus acordes y todos tan contentos. Porque hasta el s.XX que llegó la locura de las patentes, de las marcas registradas y de los derechos de reproducción, a nadie le importó jamás eso de cortar, copiar y pegar. Pero hoy -ay, destino qué cruel puedes llegar a ser- comete actividades ilícitas todo aquel que hace uso del portapapeles fuera de las ventanas de navegación.
Y es que ensalzamos al ladrón que roba al ladrón a lo Robin Hood pero no soportamos al copiota. En Alemania copiar en una tesis le costó el cargo a un ministro. Bueno, no es que sea muy representativa esa dimisión si tenemos en cuenta que poco después tuvo que dimitir el presidente de la república por haber aceptado un regalo personal: un teléfono móvil. Yo, como buena española comprometida con los problemas de su sociedad, tenía aún fresca la cantinela de las bolsas de basura llenas de billetes que se despachaba el novio de la Pantoja así que lo del móvil me daba un poco de risa pero a mis parroquianos ninguna. Menudos son. Aquí eso de roba, pillín, que si nadie te ficha todo el mundo te admirará por chico listo, eso, como que no lo pillan. En cambio, de donde vengo robar como que no impresiona en absoluto pero el que copia ¡Ay el copista! ese es de lo peor, es un mindundi sin sangre en las venas. En el cole bien que nos colocábamos en los exámenes estratégicamente para que no nos copiara el compi de al lado que normalmente era amiguito del alma -menos mal- y por supuesto, más de un chivatazo le llegó al jefe de estudios delatando al Fulano y al Mengano por haber copia'o. No, no se tolera, eso está claro y documentado. Al traidor y al copiota ni agua. Ni gota, oiga usted.
Así que hay que andarse con pies de plomo porque las copias las carga el diablo y luego, como le pasó al Sr. Reverte, que en una de sus novelas -una más de las que arrasó en ventas y popularidad- le salió un Trotano acusándolo de plagio. El Trotano en cuestión parecía que estaba estéril en talento literario pero que en imaginación se parecía al Don Arturo mogollón, y estuvo de tribunal en tribunal tocándole los timbales con una devoción increíble. Cuando todo acabó y la publicidad se le esfumó quiso volver al ataque -a tocarle los timbales- pero a mí eso ya me pareció de nota. Joderse, copiarse a si mismo para que los medios sigan hablando de uno es como presentarse al jefe de estudios no solo para confesar que en el examen de geografía habías copia'o cual bellaco sino que en respuesta a la consiguiente pregunta de "a quién, cenutrio" el chivato responde con un "a mí mismo que era el que me tenía más de cerca".
Pues sí, de nota. Pero ya se sabe lo que uno puede llegar a tramar con tal de llamar la atención. Cuando la originalidad no se puede basar en lo novedoso -olvídate, siempre vendrá alguien que te dirá yo lo ví primero, yo lo pensé antes, ya lo dije yo pero nadie me escuchó- pues uno tiene que sucumbir a la modernidad y correr cual poseso tras los cazadores de tendencias y terminar en melodrama a lo fashion victim, probando palillos en todas las modas a ver cual cuela, dejándote un pastón en abalorios y total, ¡pa'que mi arma! para que la Vicky Beckham te diga que la has copia'o! ay señó, tanta pasta y tan poca salsa. Quita, quita.
Otro tipo de ejercicio de originalidad es tirar de excentricidad. Una rica californiana, al dejar su última voluntad, pidió que la enterraran con un camisón de seda y sentada al volante de su ferrari favorito. El sobrino y heredero de la buena mujer, pidió presupuesto y cuando se enteró de lo que le iba a costar la broma dijo que ni de coña marinera. Al tribunal con el fiambre de la tía. El juez, que le vio el plumero, dejó bien clarito que si quería los millones de su querida parienta ya estaba cavando una fosa del tamaño del ferrari. Y si a este sobrino se le indigestó la originalidad de la tía ricachona, al Depardieu le dio por echarse un pis en el pasillo de un avión en pleno despegue. Borracho como una cuba, claro. La originalidad es lo que tiene, que se dispara sola con un par de vodkas encima. Y tanta afición al vodka le ha cogido que se ha hecho ruso y ha vendido todas sus propiedad francesas para no pagar impuestos. Qué no, va ser que así tampoco.
Así que hay que andarse con pies de plomo porque las copias las carga el diablo y luego, como le pasó al Sr. Reverte, que en una de sus novelas -una más de las que arrasó en ventas y popularidad- le salió un Trotano acusándolo de plagio. El Trotano en cuestión parecía que estaba estéril en talento literario pero que en imaginación se parecía al Don Arturo mogollón, y estuvo de tribunal en tribunal tocándole los timbales con una devoción increíble. Cuando todo acabó y la publicidad se le esfumó quiso volver al ataque -a tocarle los timbales- pero a mí eso ya me pareció de nota. Joderse, copiarse a si mismo para que los medios sigan hablando de uno es como presentarse al jefe de estudios no solo para confesar que en el examen de geografía habías copia'o cual bellaco sino que en respuesta a la consiguiente pregunta de "a quién, cenutrio" el chivato responde con un "a mí mismo que era el que me tenía más de cerca".
Pues sí, de nota. Pero ya se sabe lo que uno puede llegar a tramar con tal de llamar la atención. Cuando la originalidad no se puede basar en lo novedoso -olvídate, siempre vendrá alguien que te dirá yo lo ví primero, yo lo pensé antes, ya lo dije yo pero nadie me escuchó- pues uno tiene que sucumbir a la modernidad y correr cual poseso tras los cazadores de tendencias y terminar en melodrama a lo fashion victim, probando palillos en todas las modas a ver cual cuela, dejándote un pastón en abalorios y total, ¡pa'que mi arma! para que la Vicky Beckham te diga que la has copia'o! ay señó, tanta pasta y tan poca salsa. Quita, quita.
Otro tipo de ejercicio de originalidad es tirar de excentricidad. Una rica californiana, al dejar su última voluntad, pidió que la enterraran con un camisón de seda y sentada al volante de su ferrari favorito. El sobrino y heredero de la buena mujer, pidió presupuesto y cuando se enteró de lo que le iba a costar la broma dijo que ni de coña marinera. Al tribunal con el fiambre de la tía. El juez, que le vio el plumero, dejó bien clarito que si quería los millones de su querida parienta ya estaba cavando una fosa del tamaño del ferrari. Y si a este sobrino se le indigestó la originalidad de la tía ricachona, al Depardieu le dio por echarse un pis en el pasillo de un avión en pleno despegue. Borracho como una cuba, claro. La originalidad es lo que tiene, que se dispara sola con un par de vodkas encima. Y tanta afición al vodka le ha cogido que se ha hecho ruso y ha vendido todas sus propiedad francesas para no pagar impuestos. Qué no, va ser que así tampoco.
Así que, tras este comedero de coco infructuoso donde los haya, me declaro oficialmente copiadora universal, no con afán de lucro sino con afán parafrasista destinado a llenar las panzas de mis familiares y amigos. Confieso sin rubor, que yo, Maite Martín de los Santos he copiado recetas para alimentar este blog y a mis sartenes pongo por testigos que lo seguiré haciendo. Confieso que a la tortilla de patata llegué tarde, se la copié a mi abuela, la tortilla dulce a mi madre y las sopas de ajo a mi padre. Me he pasado la vida cocinando platos copiados y en la mayoría de los casos -para qué mentir- con mucho acierto. No siento ningún tipo de rubor ni de remordimiento. Peca'o habría sido no hacerlo. En todo caso, si algo de mala conciencia he desarrollado a la hora de hacer la digestión ha sido, lamentar en alguna ocasión -que no todas- haberme dejado llevar por la gula que tantos michelines reproduce. Porque hasta eso, las lorzas, son copiadas; genuina, ni una.
Esta receta doble de hoy es copiada de aquí. Aunque parecen los mismo bollitos no lo son. Son una copia casi exacta pero unos con masa levada y otra con polvos de hornear tipo royal de los de toda la vida. Para diferenciarlos, sigue la pista del mantel. Yo que he probado ambos, decir que están para morirse y no me atrevo a alabar a uno más que a otro. Los de quark se hacen más rápido y están mejor cuando reposan un par de horas. Los de masa levada requieren de más tiempo para hacerlos y lo suyo es comerlos recién hechos tal cual se enfrían. De un día para otro pierden. Y así, que cada cual decida que bollitos le gustaría copiar.
Esta receta doble de hoy es copiada de aquí. Aunque parecen los mismo bollitos no lo son. Son una copia casi exacta pero unos con masa levada y otra con polvos de hornear tipo royal de los de toda la vida. Para diferenciarlos, sigue la pista del mantel. Yo que he probado ambos, decir que están para morirse y no me atrevo a alabar a uno más que a otro. Los de quark se hacen más rápido y están mejor cuando reposan un par de horas. Los de masa levada requieren de más tiempo para hacerlos y lo suyo es comerlos recién hechos tal cual se enfrían. De un día para otro pierden. Y así, que cada cual decida que bollitos le gustaría copiar.
Apfelstuten mit Hefe oder mir Quark (receta encontrada aquí)
Versión con masa levada
Ingredientes:
Nota:
Preparación:
Versión con masa levada
Ingredientes:
- 250gr. de harina (yo uso de fuerza pero no es necesario)
- 200ml. de leche templada
- 2 cdas. de azúcar
- ralladura de limón o naranja según mejor te convenga
- 1/2 sobre de levadura panadera (teniendo en cuenta que el sobre sea para 1/2 kilo de harina)
- 2 cdtas. de mantequilla (o dos cdas. de aceite)
- una pizca de sal
- 1/2 kg. más o menos de manzanas cortadas en dados pequeños marinadas en 1cda. de azúcar, un chorro de limón concentrado, algo de canela y si lo deseas un poco de vainilla
- algo de azúcar y mantequilla para cubrir cada bollito
Nota:
- En la receta original no se adoban o marinan las manzanas y la canela se añade junto con el azúcar que se espolvorea en cada bollito. A mí me gusta más así, para que las manzanas sean las encargadas de dar sabor y aroma y que el azúcar de por encima solo sirva para darle un toque crujiente al bollito.
- Fuera de temporada, no suelo usar ralladuras de limón o naranja. Prefiero usar la deshidratada procedente de frutas bio.
- En lugar de zumo de limón, uso concentrado para evitar que las manzanas hagan mucho jugo y nos mojen demasiado los bollitos.
Preparación:
- En un bol amplio, pon el harina y la levadura mezclado con el azúcar, la ralladura y la sal. Lo ligas bien y añades los ingredientes líquidos (la leche templada y la mantequilla derretida).
- Mezclas bien con ayuda de una cuchara de madera y dejas que leve durante 1 hora.
- Mientras, pelas y cortas las manzanas en trozos menudos. Las adobas con una o dos cucharadas de azúcar (integral o blanquilla, da igual), un chorro de limón concentrado y canela a tu gusto. A mi me gusta añadirle un poco de vainilla molida pero no lo necesitaría.
- Enciende el horno a 200ºC. Una vez levada la masa, la mezclas con las manzanas.
- En una placa con papel de hornear, vas colocando montoncitos de masa dejando espacio entre bollito y bollito. Antes de meter en el horno deja que coja algo de cuerpo (un reposo de 10 minutos bastará)
- Espolvoreas el azúcar por encima pones un trocito pequeño de mantequilla en cada uno de ellos. Hornea hasta que tengan un color dorado intenso.
Versión con queso quark y masa sin levar
Ingredientes:
Preparación:
Ingredientes:
- 250gr. de harina
- 250gr. de queso tipo quark (Magertopfen)
- 2 huevos medianos
- 4 cdas. de aceite
- 4 cdas. de zumo de manzana (o agua)
- 1 cdta. de polvos de hornear
- 50gr. de azúcar
- ralladura de limón o naranja según mejor te convenga
- una pizca de sal
- 1/2 kg. más o menos de manzanas cortadas en dados pequeños marinadas en 1cda. de azúcar, un chorro de limón concentrado, algo de canela y si lo deseas un poco de vainilla
- algo de azúcar y mantequilla para cubrir cada bollito
- Precalienta el horno a 200ºC.
- En un bol grande pon todos los ingredientes de la masa juntos y los bates con ayuda de unas varillas a ser posible eléctricas: harina, azúcar, huevos, queso quark, la ralladura, el aceite, el zumo, los polvos de hornear y una pizca de sal.
- Pelas y cortas las manzanas en trozos menudos. Las adobas con una o dos cucharadas de azúcar (integral o blanquilla, da igual), un chorro de limón concentrado y canela a tu gusto. A mi me gusta añadirle un poco de vainilla molida pero no lo necesitaría.
- Mezclas la masa con las manzanas.
- En una placa con papel de hornear, vas colocando montoncitos de masa dejando espacio entre bollito y bollito.
- Espolvoreamos el azúcar por encima y horneas hasta que tengan un color dorado intenso.
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