Sopa brasileña de yuca y res porque todo depende

Una semana más tirando de fondo de armario. Me quedo sin perchas, así te lo digo. Pero se me ha metido entre ceja y ceja no faltar a mi cita semanal y menuda soy yo para estos lances. No dejó pasar ni uno y es que a voluntariosa no me gana nadie. Es cierto que algunas malas lenguas - con buen criterio- dicen que lo que soy es una cabezona de mucho cuidado. De todo habrá, no lo niego pero eso de echarle voluntad queda más beato y virtuoso que apostillar una cabezonería simple, que además de vulgar -por aquello de estar holgadamente extensa entre el pópulo bárbaro- se puede confundir con una malformación craneoencefálica o algo peor. La terquedad se suele relacionar con el bruterio y la obstinación con la persona de ciencia. Como siempre, el uso nos condiciona a la hora de entender palabras que, aun significando lo mismo, dan a entender cosas distintas...

Y es que de nuevo, ando ofuscada con esos adjetivos que aun siendo iguales suenan tan dispares dependiendo de a quién se le aplique. Estoy leyendo Fortunata y Jacinta de Galdos. Increíble lo poco que hemos cambiado como sociedad. Tantos adelantos, satélites, cables y antenas, sondas a Júpiter, tantos diplomas y doctorados... pero leyendo a Galdos puedes comprobar que todas las frases hechas de sus personajes son las que siguen al uso hoy en día. Y la mentalidad? me juego que también. Poco cambia la cosa salvo en la manera de plantearlo.  He leído en más de una, acusaciones a ciertos escritores contemporáneos tachándolos de machistas. A alguno de ellos le he leído bastante y yo jamás he sido testigo ocular -en lo que a páginas se refiere- de desplantes al sexo femenino. En cambio Don Benito, como buen hombre de su tiempo, habla de nosotras con una displicencia brutal. No con saña, al contrario, si me sabe brutal es por su carencia de despecho o prejuicios. La mujer juiciosa -como Jacinta- es la obediente, la que se dejó educar desde niña por su suegra para moldearla a su parecer, la que calla y sufre sin dar ni un ruido. La perfecta anfitriona, la devota esposa y la angelical nuera. Y de buena familia, claro...

Las mujeres pobres jamás son juiciosas. Pueden ser mártires, vulgares, sucias y ajadas, mal encaradas o buenas y honradas. La que sale guapa y con talentos, se le desdoblan las honradeces. Cualquier señorito puede llegar y engañarlas, prometerlas el oro y el moro, preñarlas y luego abandonarlas a su suerte en la mayor de las miserias y calamidades. Una mujer engañada y abandonada era mala mujer. Igual daba si era bondadosa y honesta. No era honrada y eso no es de perdonar. Una mujer lista, si empleaba sus virtudes para enriquecer al marido, levantar el negocio o extender el buen nombre de la familia, esa era una joya. Si lista pero dedicada a autoabastecerse de caprichos y otros lujos mundanos, era una pécora. Una desgraciada...

Pero un hombre ya podía ser un calaveras, un inútil, mezquino, egoísta, vago o déspota.  Mientras fuera un señorito de buena familia -y con importantes caudales- podía vivir a cuerpo de rey parasitando y sin dar un palo al agua. No importaba que tuviera horchata en las venas porque de cara a todos, era un caballero, un ejemplo a seguir y un señor a alabar por el respetable. El pobre, aunque simple y miserable, si salía servil era de confiar. Sino, tenía lo que se merecía...
Y los niños, los pobrucos, siempre pagando las miserias de los mayores. Hambruna, miseria y enfermedad. Las hileras de hombres acarreando cuerpecitos de camino al cementerio mezclándose son el ruido de los tenderetes y vendedores ambulantes en las calles. La enfermedad los arrasaba a todos ya fueran de alta cuna o nacidos en un rellano pero unos morían entre sábanas y otros entre mugres... no, no han cambiado tanto las cosas. Dicen que el Mediterráneo ha subido su caudal por causa de los miles de muertos que acumulan sus aguas. Va a ser que lo que nos cuenta Don Benito no es historia, sino nuestra realidad.

Antes los pobres venían de barrios marginales, luego de provincias y ahora de ultramar. A ellos, los tachamos de pobres, de ignorantes y de poco fiar. Eso cuando estoy en España. Aquí la ignorante, la buscona y lianta soy yo. Me toman por una caza buen partido sureña. Y me han llegado a decir "ahh, qué suerte has tenido". Yo les contesto que no, que pa'suerte la del Günter. Que vino a España a estudiar, que me conoció y se empeñó en que me enamorara de él. Que yo tenía un buen trabajo pero él no y que por eso, lo dejé todo - una bonita vida, bonita familia, bonitos amigos y mi bonita cuidad- para seguirle hasta aquí, donde él tiene un bonito trabajo, una bonita familia, bonitos amigos en una ciudad que no siempre es bonita pero que está bien para vivir. ¿Quién ganó más en estos amoríos? Lo ves? todo depende de quién lo mire...

Esta sopa para mí es exótica. Para un brasileño, es sopa rústica, de diario. En cada casa tiene su toque. Se la puede hacer con restos de una barbacoa o asado. Incluso, es típica con lengua. El otro protagonista es la yuca o mandioca, y si aún no la has probado decirte que es muy similar a la patata. Varios organismos internacional que luchan contra el hambre en el tercer mundo, apuntan a que se debe extender el cultivo de la yuca por todos los continentes ya que su cultivo es fácil, no necesita de fertilizantes, ni de mucha agua ni tampoco coge plagas o enfermedades pudiendo cultivarse de manera biológica sin encarecer costes. Es por tanto, el alimento ideal para evitar hambrunas ya que sacia rápido y tiene calorías para dar y tomar... bueno, no más que la patata para qué mentir.


Ingredientes para 4 personas:
  • 300gr. de carne en trozos  menudos
  • 400gr. de mandioca en trozos menudos
  • 1 cebolla pequeña o 2 chalotas
  • 2 dientes de ajo
  • Puerro
  • caldo en pastilla y 1 litro agua
  • unas gotas de aceite para 

Notas:
  1. Ya lo he comentado más veces. Yo uso un concentrado de caldo vegetariano y bio de la marca Alnatura. Muy sabroso y recomendable si tienes acceso a esta marca. Si usas un caldo de pollo o de carne, no te quedará un color tan verdoso como a mí.
  2. En esta ocasión, quité un poco de puerro para poder gastar una cebolleta que me corría prisa usar. La cantidad en cualquier caso, va un poco a gustos. El caldo ya es bien sabroso, así que creo que da un poco igual la cantidad.
  3. También se le puede echar un tomate rallado o en puré.

Preparación:
  1. En una olla, pon las verduras picadas en fino y rehoga con unas gotas de aceite. Cuando coja color, añade la carne también en trozos y espera a que dore ligeramente.
  2. Añade la yuca también cortada, el concentrado de caldo, el agua y deja que cueza a fuego lento mínimo una hora hasta que veas que la carne esté tierna y la yuca se trasparente. La mandioca suelta mucho almidón así que espesará sola. Rectifica sal de sal si fuera necesario. 

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