Bollitos de leche de coco rellenos y rollos estacionales
Para gustos los colores y las estaciones. Cada hijo de vecino tenemos una favorita que suele estar influenciada por la climatología de donde vivimos. Relativo que es el mundo, qué le vamos a hacer; él es así. Quien vive cerca del ecuador, suele tener menos remilgos y contra más meridionales más radicales en gustos. Hay quien le chifla la nieve porque no la tiene o le recuerda a unas vacaciones esquiando. Le suena a descanso y diversión. Ahora, cuando vives con una pala de nieve en la puerta de casa y tienes que calzarte un traje de buzo y botas de oso para despejar montañas de nieve donde -todo sea dicho de paso- ya no hay esquinas donde acumularla... digo, cuando vives en un invierno largo y oscuro y gris y cuando la susodicha se hace vieja y fea y los vientos siberianos azotan dejando tormentas de hielo a su paso y donde a las cuatro de la tarde es noche cerrada y atiza un frío solo aptos para marcianos... y... pues sí, muchos ies y unos cuantos más que podría contarte si quisiera, para qué mentir.
¡Ay amigo! esto es otro cantar. Esas estampas nevadas con un té frente a la chimenea son ciencia ficción. Y sino, pregunta a mi Günter por su pesadilla de cada mañana, teniendo que salir de casa aún sin amanecer, con -10º de media, un cuarto de hora antes para encender la calefacción del coche, escobar nieve y rascar hielo con los pies congelados porque con botas de oso no se puede conducir y por mucho cuidado que le pongas siempre se te adhiere una importante comisión de nieve en botas y abrigo, y a la que conduces un desagradable charquito de líquido helado se acomoda en tus huesos y en las alfombrillas del coche, por supuesto. Sobra decir, que son en estos trances, cuando las baterías deciden dejar de funcionar y no sería la primera vez que tienes que quedarte haciendo guardia esperando que venga el de la asistencia a resucitar el automóvil, porque aún sin despuntar el día y estos operarios de la carretera están en hora punta. Y pobre de ti como a la que conduces te toque ir detrás del quitanieves.
Así que imagina, como se inunda el alma cuando llega la primavera. El gris desaparece de un plumazo, todo es color y olores a verde recién germinado... sí, a abonos también -es lo que tiene- pero todo es renacimiento y luz y gozo. Las bicis a la calle, los niños pa'rriba pa'bajo con los patinetes, las excursiones, y vuelta al jardín y al huerto. Cava, trilla, arranca, corta... no importa, sarna al sol no pica, vuelta a sacar las tumbonas -aunque luego no las uses por falta de tiempo- y los balones y las sombrillas... las lechugas, los plantones, los frutales en flor. ¡Un gustazo!
Así que imagina, como se inunda el alma cuando llega la primavera. El gris desaparece de un plumazo, todo es color y olores a verde recién germinado... sí, a abonos también -es lo que tiene- pero todo es renacimiento y luz y gozo. Las bicis a la calle, los niños pa'rriba pa'bajo con los patinetes, las excursiones, y vuelta al jardín y al huerto. Cava, trilla, arranca, corta... no importa, sarna al sol no pica, vuelta a sacar las tumbonas -aunque luego no las uses por falta de tiempo- y los balones y las sombrillas... las lechugas, los plantones, los frutales en flor. ¡Un gustazo!
También te digo que quien quiera sacar punta a esta estación, está en su derecho y no le falta razón. Uno no sabe cómo salir de casa. Lo normal es helarte por la mañana y al mediodía vas recocido en tus propios jugos con la chamarra bajo el brazo, los chales arrastrándolos cada dos por tres, el jersey remangado hasta los hombros y los mofletes congestionados de pura calorina. Si se te ocurre sacar ropita más ligera, el pedazo de pulmonía que pillas con la fresca es para hacer historia. Y en casa, lo mismo. Si enciendes la calefacción te asas. Si la apagas, te destemplas. Si sales por la noche a alternar, el abrigo te estorba, si te echas una cazadorita vaquera por encima, regreso al mundo pulmonía. Como decía, para estación perfecta las estampas, no queda otra.
Y si a este que voy que vengo, resulta que te has echado en la vida un señor maniático que vive obsesionado con el césped, que lo quiere puro y sin otras hierbas, la primavera puede adquirir tintes de pesadilla. Cada año, tenemos invasión de algo. El diente de león y otras florecillas moraditas requetemonas que hemos tenido no suponen problema porque se comen. Este año, a nosotros nos han tocado los Gänseblümchen -margaritas- que aunque también son comestibles, saben mucho a flor para mi gusto. Como mi chico me atormenta a diario con eso de "si tienes un rato arranca margaritas" y con el firme propósito de no dejarme enroscar con el tema, me he lanzado a darle al bollo enrollado, de coco para más señas -solo con la leche- y rellenos de choco y confitura algo ácida, a ver si así me pilla la indirecta y deja de mortificar mi pobre intelecto con tanto arranca que me invaden los hierbajos.
Y para que el peque no termine pagando bollo, rellené la mitad de nutela pura y dura, para que todos estemos contentos y ya que no somos de comer perdices, comamos de dulce tan ricamente y margaritas a la mar, a otra cosa mariposa y cada mochuelo a su olivo que a falta de olivar tengo un guindo, un albaricoquero y un ciruelo.
Esta perversión embollada es un invento a raíz de una foto que vi en pinterest. En fin, que hay gente que le gusta enseñar lo que hace pero no compartir recetas. Era una foto de flickr y perdí más tiempo en buscar la receta que en echarle imaginación y hacerla a mi manera. Primer intento y diana. Porque no tiene pérdida. Fusioné estos bollos turcos cambiando la sémola, añadiendo la leche de coco y poco más. Cuando te enrollas una vez, el resto es pan comido... perdón, bollito relleno de cosas ricas.
Ingredientes:
Notas:
Preparación:
- 400gr. de harina de fuerza
- 300gr. de harina repostera
- 1 huevo
- 75gr. de azúcar
- 400ml. de leche de coco
- 25gr. de mantequilla o aceite de coco
- levadura panadera para 1/2 kilo de harina
- una cdta. rasa de sal
- un poco de aceite extra para trabajar los bollitos
- azúcar glas para espolvorear
Notas:
- El relleno es puro gusto del amasador. Al amasado -al bollo- le da igual que le pones así que decide tú. Yo he tirado por lo fácil -los de nutela- y lo práctico -mermelada de naranja casera- y unas pepitas de chocolate, combinación que me chifla.
- Yo los he hecho con aceite de coco. Bueno, grasa de coco porque el aceite surge cuando se calienta. Hasta entonces el formato es sólido. El precio dl aceite de coco es brutal. Comercialmente está de moda, nos han dicho que es super saludable y toma clavada del ocho. Aquí en Austria se puede comprar a precio de mantequilla en el Merkur y el Billa todo el año y en época de galletas de navidad en todos los supermercados. Es por eso que la uso. Si tuviera que pagar esos dinerales ni harta de vino lo verías en mi lista de ingredientes. Jamás. Sé práctico y usa mantequilla o cualquier otro aceite que te resulte más asequible.
Preparación:
- En un bol pon todos los ingredientes secos (harina, azúcar, levadura y sal) y mézclalos. Después añade los húmedos (el resto y la mantequilla o aceite de coco derretidos), amasa hasta que tengas un bolo compacto y manejable.
- Deja que repose unos 10 minutos para que la masa se quede más blandita y das tiempo a que la harina absorba bien los líquidos. Mójate un poco los nudillos y trabaja la masa hundiendo los nudillos, estrellándola sobre la mesa. Tiene que quedar muy elástica para que la puedas estirar luego sin que se te rompa.
- Amasa de este modo durante 5-10 minutos. (puedes hacer una pausa de un par de minutos en medio). Si la masa se queda dura, mójate las manos en agua a la que amasas. Mira la foto abajo y verás que la textura es pegajosa. Deja la masa levar entre 1 y 1/2 a 2 horas tapada con un paño húmedo.
- Divide la masa en porciones de 100gr. para bollos grandes -como los míos- o en porciones de 70gr. para bollos más pequeños. Haz bolitas en cada porción y los tapas para que no se sequen.
- Para formar cada bollito, moja la encimera y las manos en aceite. Con ayuda del rodillo, extiende la masa lo más circular posible. Rellena ligeramente con lo que desees y enrolla por completo a modo de manguera o culebra o qué se yo... una cola! nos entendemos, creo.
- Vuelve a mojarte las manos en aceite si te hiciera falta. Coge un extremo que presionarás sobre la mesa. Con el otro extremo, enrollas sobre sí mismo. El extremo final, lo escondes debajo del bollito y lo colocas en una placa de horno con papel de hornear encima.
- Precalienta el horno a 190ºC y termina de enrollar todos los bollitos. Deja que repose unos 15 minutos antes de hornear. Cuando los bollitos estén dorados, los sacas, dejas que templen o se enfrien por completo y espolvoreas azúcar glas.
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