Galletas de avena con zanahoria y nueces
En Granada, en la mañana de un día como hoy, Mariana de Pineda es conducida a lomos de una mula, a los Campos del Triunfo donde se le dio muerte a garrote vil. Sin haber cumplido aún los veintisiete años, viuda y madre de tres críos de corta edad, fue ejecutada para dar un golpe de castigo a los liberales que se aferraban en no dejar morir a la Pepa, la constitución de Cádiz, esa que Fernando VII prometió abrazar y que cuando regresó a España después de que el pueblo expulsara -sin él- a los franceses, prohibió el muy canalla por sus regios bemoles.Doña Mariana casó muy joven con un señor liberal perteneciente a la logia masónica y muy fan del círculo constitucionalista del conde de Teba. Esto no era nada extraordinario en aquellos días ya que la capital granaina se alimentaba de un amplio círculo de nobles anti absolutistas, ilustrados e intelectuales que aspiraban a conseguir restaurar las Cortes de Cádiz y su constitución mascando ideas como la de luchar contra las supercherías religiosas y sociales a favor del conocimiento y la razón. Vaya, a alfabetizar un poco el país que falta le hacía.
Después de tres años de matrimonio y dos criaturas, Doña Mariana queda viuda pero continua frecuentando las amistades de su difunto hasta el punto de verse sacudida por un complot constitucionalista, en el que supuestamente actuó como enlace entre liberales granadinos y exiliados de Gibraltar. Pero no tenían pruebas contra ella, así que, tras ser detenida y sometida a juicio, quedó libre de toda culpa. Aunque no de toda sospecha porque se cuenta que ya nunca le quitaron el ojo de encima.
Pero no se amilanó, en absoluto. Ella siguió a lo suyo. Conoció a un joven abogado del que se enamoró perdidamente y con quien tuvo una hija, sin matrimonio... ¡en aquella época! No digo más. Mujer, constitucionalista, liberal y socialmente liberada. Pues suficiente. Y para más inri, el comisario del rey enviado para aplastar a los liberales, un tal Ramón Pedrosa, se la juró a Mariana. Se contaba que estaba enamorado de ella y que le mandó a freír churros. Vengarse de ella se convirtió en una obsesión.
A pesar de ser vigilada muy de cerca, Doña Mariana urde un plan para liberar a su primo el comandante Fernández Álvarez de Sotomayor, quien había sido condenado a muerte por participar en la sublevación del general Riego. Se dio cuenta que la seguridad de la cárcel era un pifostio tremendo. Curas y monjes entraban y salían como Pedro por su casa dando extremas unciones a los condenados a muerte que eran muchos, así que se disfrazó de monje y organizó la huida a Gibraltar del comandante.
Una vez más, no tenían pruebas. Así que el comisario rencoroso y enamorado, tras recibir el chivatazo de que Doña Mariana había encargado bordar una bandera a unas monjitas del Albaicín, hizo que las hermanas llevaran el trapo a medio bordar a casa de la Pineda y así poder inculparla infraganti delito de rebelión contra el orden y el monarca porque la tela inculpatoria contenía las palabras libertad, fraternidad y ley. Fue juzgada y condenada a muerte.
Imagino que el comisario esperaba que Doña Mariana se viniera abajo, que lloraría suplicando perdón arrodillada a sus pies pero nones, no doblegó y puesto que en su mano estaba conmutar su pena de muerte, le ofreció que delatara a sus amigos constitucionalistas. Y ella se negó. Apechugó con su triste y cruento final, digna, con las ligas puestas porque dicen que se negó a que las medias se le cayeran de camino al patíbulo.
Y el pueblo, estalló. Que le den al Borbón y a sus secuaces que se habían atrevido a dar muerte a una joven viuda por mandar bordar libertad, fraternidad y ley. Que les den por canallas porque el pueblo aguanta carros y carretas, pasa hambre y miserias, pero la dignidad, esa, no se toca.
Y el pueblo, estalló. Que le den al Borbón y a sus secuaces que se habían atrevido a dar muerte a una joven viuda por mandar bordar libertad, fraternidad y ley. Que les den por canallas porque el pueblo aguanta carros y carretas, pasa hambre y miserias, pero la dignidad, esa, no se toca.
- 150gr. de harina integral o mitad y mitad
- 100gr. de avena
- 1 yema
- 100gr. de mantequilla
- 150gr. de azúcar (50gr. de morena, 50gr. de panela, 30gr. de blanquilla, 20gr. de sirope de arce)
- polvos de hornear (o crémor tártaro)
- algo de canela
- 100gr. de nueces picadas
- 75gr. de cramberries (yo también le he puesto guindas ácidas)
- 140gr. de zanahoria rallada y/o picada
Preparación:
- Precalienta el horno a 180-190ºC.
- En un bol, pon el harina, la avena, los polvos de hornear, el azúcar, la canela, la yema y la mantequilla. Lo mezclas bien.
- Añade después las nueces picadas, las frutas secas y la zanahoria previamente rallada.
- Haz bolitas algo más pequeñas el que tamaño de una nuez, y las vas dejando en la bandeja del horno con papel de hornear. Aplástalas y hornea unos 15-20 minutos (dependiendo del horno)
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