Sopa de guisantes con gambas al limón y un gramo de esperanza

Suenan los helicópteros por doquier.
Todo parece estar bajo control, inmunizado a la naturaleza y a los sentimientos en el pasillo que se extiende entre el check point y el hotel, -como la laguna Estigia en versión militar vista desde la barca de Caronte-. Todo, excepto un puñado de florecillas que acaba de nacer. Son amarillas, pequeñas, casi invisibles para los soldados que miran de frente; deliciosas para los que buscan un brote de vida, un gramo de esperanza al que aferrarse para mantenerse en pie.
Invierno en Bagdag, Elena García Quevedo
Hoy no te voy a hablar de mis chicos, ni de mi casa, ni de mi jardín. Hoy te voy a abrir el alma y voy a hablarte de personas muy especiales. Algunas muy valientes y decididas. Otras abandonadas y olvidadas. Lo voy a hacer así porque llevo mucho tiempo buscando la manera de abrirme de par en par, y poner palabras a esas otras cosas de la vida que me llenan de pena, horror y desesperanza. Hace un par de meses, empecé a documentar un proyecto para un posible reportaje junto a mi hermano David. No sé si el proyecto saldrá adelante, aunque te aseguro que sus protagonistas ya no saldrán nunca de mi alma. Hemos estado escarbando en conflictos armados, en violaciones y torturas. He descubierto reportajes, vídeos, testimonios; historias tremendas, de esas que te hacen perder la fe en el ser humano.
Pero a la que chocaba con todo este horror, también han hecho presencia muchas personas implicadas en cuerpo y alma para ayudar a los olvidados. Es gente que habla de esperanza, de flores que crecen debajo de las botas de los soldados, de abrazos, de paz... pero sobre todo, gente que nos cuentan lo que pasa y por qué. La ginecóloga Mónica Hauser, ganadora del Premio Nobel Alternativo 2008, repite hasta la saciedad el papel de las mujeres en las guerras. Son violadas porque son un arma más contra los hombres. Son violadas porque son el trofeo del soldado e incluso, son violadas porque no cuentan. Porque sí. La comunidad internacional "condena" pero no persigue. Para los gobiernos, hablar de violaciones es algo incómodo e impreciso. Algunas sociedades, señalan y estigmatizan a las víctimas de por vida y otras, directamente las tapan con silencios; si no se habla, no existen.
Mónica H., al igual que otros cientos de cooperantes, marcharon a Bosnia en 1992, cuando los reporteros de guerra en los Balcanes nos contaban día a día las atrocidades que sufría la población civil. Por primera vez en nuestra historia, los noticiarios hablaban a diario de violación y tortura a mujeres de cualquier condición y edad: hijas, madres y abuelas violadas sistemáticamente y en serie por solados y milicianos. Desde entonces Mónica H. trabaja ofreciendo ayuda ginecológica y psicológica a las víctimas en cualquier conflicto sea cual sea el rincón olvidado donde se libre y no cesa de denunciar a los gobiernos por su falta de implicación. Como ella, miles de cooperantes por todo el mundo alzan sus voces para contarnos lo que pasa en Colombia, El Congo, Somalia, Liberia, Irak, Afganistán... ¡Madre mía, la lista es tremenda!
Candance es subsahariana, tiene 19 años y está embarazada de tres meses fruto de una violación en la "tierra de nadie", entre Argelia y Marruecos. Intentaba llegar a España y quedó atrapada en Marruecos. Médicos Sin Fronteras alerta del deterioro de la situación médica y humanitaria de los inmigrantes subsaharianos en Marruecos, cientos de personas, entre ellas muchas mujeres y niños, que están siendo deportados en medio del desierto donde les abandonan a su suerte sin comida ni agua.
Paula tiene 52 años y vive en Ciudad Juárez. Su hija Sagrario desapareció el 16 de abril de 1998, dos meses antes de cumplir 18 años. Su cuerpo se encontró días después completamente destrozado. Fue violada, torturada y asesinada. El padre de Sagrario se suicidó años más tarde incapaz de superar su dolor. Pero, al igual que Candace, Paula tiene suerte porque no han sido olvidadas. Candance pertenece a un programa de ayuda a mujeres violadas y Paula ha protagonizado el documental “La Carta. Sagrario nunca has muerto para mí”.
Y aquí estoy yo, haciéndome eco de una realidad durísima en mi blog de cocina, algo que a más de uno le va a chocar muchísimo. Günter, el primero. Me ha preguntado: ¿pero dónde lo vas a publicar, en el blog? ¿en el blog de cocina? y muy despechada le he contestado: ¿y por qué no? Para mí la cocina no es frivolidad ni símbolo de banalidades. Muy al contrario, me inspira tremendamente a sentir y compartir. Ayer mismo me escribía con Elena y le contaba que para mí la cocina, es casi un rollo místico - o cósmico, que a estas alturas ya sabes muy bien que pie calzo- que me mantiene conectada con los que quiero y aprecio. A veces, muchas, hasta con lo que no conozco. Cocinar es una rutina de amor y un medio de compartir lo más vital porque -parafraseo esta gran verdad- en parte, somos lo que comemos. Y lo mismo ocurre con mis relatos. Son fragmentos de mi vida tal cual, y en ella también caben los desesperados, doloridos, destrozados, tristes, solitarios y abandonados. Y quiero ayudar a tender esas manos invisibles a las Paulas y Candances del mundo, para que sepan que no están solas. Porque cuando un delito contra un ser humano queda impune, solo nos queda gritar y denunciar públicamente. Lo de menos, es si ese grito lo escuchan tres o tres mil.... hay que desgallitarse porque el silencio es el mejor amigo de la barbarie.
Yo no sé donde nacen los milagros ni donde se esconde el interruptor que inicia el cambio. Pero si es conocida mi fe en las sopitas y en su efecto reparador casi mágico. Hice ésta pensando en todas estas cosas, conjurando amores, curas y utopías. Pensé en esos brotes de vida debajo de las botas de los solados y en esas flores del check point:
"Me han dicho que las mayores inventan utopías que cuentan a las recién nacidas. Hablan de paz. Es curioso, ayer hubo un instante en el que vi un pequeño jardín bajo la bota del soldado que registra." Invierno en Bagdag
(mil besos Elena)
Ingredientes:
Preparación:
- 300gr. de guisantes
- 1 puerro mediano
- 1 chalota
- 1litro y 1/2 de caldo de verduras
- un generoso chorro de vino blanco aromático (yo usé uno de la tierra)
- 1/4 de litro de leche
- 1 cucharada de crème fraîche o queso tipo Philadelphia
- 4-5 gambas, gambones o langostinos por persona
- zumo de limón y un trozo de cáscara
- pimienta recién molida
- Sal y un chorrito de aceite de oliva
Preparación:
- Pon las verduras cortadas en trocitos, los guisantes tal cual y el caldo. Cuece unos 15 min. Añade entonces el vino, la mitad de la leche y la crème fraîse. Que cueza otros10 min. más y pásalo todo por la triturado. Filtra la sopa por un chino o colador. Reserva caliente.
- En una sartén, pon un chorrito de aceite, un trozo de cáscara de limón y saltea a fuego vivo las gambas. Salpimienta y añade un buen chorro de zumo de limón. Deja que reduzca, ensarta en un palito de pinchos y reserva caliente.
- Calienta el resto de leche que nos sobra y bátela con unas varillas hasta que se convierta en espuma. Cuando más caliente está la leche, más se deja hacer espuma. Emplata la sopa, añadiendo por encima la espuma de leche.
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