Tarta frangipane típica belga, receta de Yvonne

Hoy toca de nuevo receta de Yvonne:-)

Ya os he hablado de ella. Creo que no necesita más presentaciones. Tan solo avisarte que Yvonne y yo vamos a seguir cocinando juntas. Esto está surgiendo así, tal cual sin  haber quedado en nada concreto y sin haberlo planeado. Nos estamos dejando llevar y disfrutando juntas de un vicio en común, cocinar...

De momento yo cocino y fotografío para ti de parte de ella. Es un triángulo maravilloso que el blog se encarga de bordar a través de esos hilitos casi cósmicos que hacen que los sueños se servían en bandejas de plata entre vajillas hambrientas de recuerdos y servilletas chorreantes de afectos macerados entre olores y aromas, rescatados y rebozados en añoranzas, incluso en sabores nuevos, esos que acabamos de descubrir y nos hablan de  lugares inalcanzables para nuestros desnutridos bolsillos que flaquean cada vez que miran los catálogos de las agencias de viajes...

Sí, lo sé. Mucha música de violines pero la que se lo devora es la pimpolla que escribe y zampa en Hierbas y especias pero eso solo será si tú quieres... porque aquí no hay formulas secretas ni pócimas mágicas. Aquí nos dedicamos al tráfico de ingredientes y al voyeurismo culinario contando con pelos y señales qué hacer, cómo obrar y qué conjurar para conseguir que la alquimia de los alimentos nos nutra hasta las entrañas. Toda esta prosa recocida al vapor, solo para decirte que la receta de hoy es de esas que se cuecen con los recuerdos. Es un frangipane típico belga por el que todo expatriado belga suspira, y que en cuanto pisa suelo patrio se lanza a la primera confitería a echar la lágrima a gusto... por alguna razón -bucólica y/o gástrica- los expatriados añoramos especialmente la tierra a través de la cocina.
Yo también tengo mis símbolos por los que lloro y berreo como una posesa. El pescado, algo que durante toda mi vida nunca me planteé que me pudiera faltar. Incluso, hubo un tiempo que me negaba a hacerlo en casa que luego me tiraba una semana oliendo a sardinas en la cocina... y ahora, mataría por una sardina tiesa y fresca y lozana y no los zombis que me quieren colar en el supermercado a precio de lubina. Pero no quiero aburrirte con mis pescadillas que bastante tendrás tú con las tuyas. Hoy te traigo una tarta de ensueño, de esas que para ti es soñar con las callejuelas floridas que nos muestran los folletos de viajes y para ella es reencontrase con sus raíces, esas que el estómago se ha encargado de guardarlas bien hondo, agarrando con fuerza los placeres de juventud, las glotonerías de la infancia y en definitiva, esa parte de nosotros que nunca se desdibuja...


Ingredientes:
  • 1 plancha de masa de hojaldre
  • 175 gr. mantequilla reblandecida
  • 175 gr. azúcar
  • 175 gr.  almendras molidas
  • 3 huevos
  • unas gotas de extracto de almendras
  • 3 cucharadas de maizena
  • mermelada de albaricoques rebajada en agua
  • 50 gr azúcar glas
  • 1/2 cucharada de agua caliente

Preparación:
  1. Precalienta el horno a 180ºC. 
  2. Mientras, hacemos el frangipane. Bate la mantequilla hasta que tengas una textura cremosa. Añade y sigue batiendo por este orden: el azúcar,  las almendras molidas, y los huevos ligeramente batidos -guarda un poquito de huevo para pincelar la tarta-, el extracto de almendras y la maizena que deberás de añadir cucharada a cucharada para que no se te pase el punto de la masa. Tiene que quedar cremosa, no muy espesa.
  3. Forra un molde con la masa de hojaldre. Echa  la masa de frangipane dentro del molde y adórnalo cintas de masa de hojaldre de medio cm. de ancho formando un enrejado dejando entre tira y tira unos 3 cm.  de separación. Con el huevo que hemos reservado , pincela las cintas y los bordes de hojaldre.
  4. Hornea hasta que la tarta tenga un dorado uniforme y la pincelas con un poco de mermelada rebajada en agua. Vuelve a meterla en el horno unos 5-8 minutos para que se asiente la mermelada.
  5. Una vez fuera del horno, nos queda decorarla con un poco de glaseado. Tamiza el azúcar glas, añade el agua y renueve hasta que tengas una crema ligera. Para saber si tiene el punto, coge un tenedor y mueve la crema formando círculos. Después de unos segundos los círculos deben desaparecer y el glaseado tiene que quedar uniforme. Si los circulitos desaparecen demasiado rápido, necesita un poco más de azúcar y si se quedan definidos demasiado tiempo, necesita un poquito de agua. Para que quede uniforme y sin pegotes, usa una cucharadita que vas mojando en el glaseado y dejando que chorree por toda la superficie.

Nota:

Marta de Little Noa la ha preparado reemplazando el azúcar por panela. Ha ella le ha resultado un poco densa. Puede que con panela habría que reducir la cantidad ya que tiene un sabor más intenso que el azúcar normal. En cualquier caso, así de bonita le ha quedado...

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