Bizcocho de maíz y miel, sencillo a rabiar
Buenos días troncos y tronquitas. A estas alturas de agosto, en el hemisferio norte nadie enciende un horno salvo la que guisa y zampa en este valle de lágrimas perdido de la mano de dios en tierras austriaquitas.. ok, fuera dramas. Cierto que no vienen al caso pero mira que frase tan resultona me ha quedado, coqueta y dramática, ideal para comenzar esta historia a lo come y calla. Porque aunque aparentemente mi verborrea no tiene límites, cierto es que a veces me cuesta arrancar un horror. Este es el caso de este párrafo de hoy que llevo desde ayer intentando engendrarlo sin éxito.
Y es que romper el hielo siempre cuesta. Solo hay que ver esos discursos de investiduras, que para dar unas simples y escuetas gracias por la confianza depositada en mi persona, el individuo investido corta trajes de faralaes con una verborrea espesa y condensada en 4 o 20 páginas de un discurso que me juego el pescuezo que estuvo enquistado en ese primer párrafo, en esa primera estupidez que uno debe soltar forzosamente -no quiero filosofar con este asunto pero comprenderás que sin primer párrafo no hay discurso que discursar con raciocinio manifiesto- decía, esa primera frase -para que nos entendamos- que hay que soltarla de forma que parezca ocurrente e inteligente... nooo, no saques conclusiones prematuras. No es mi caso. De hecho yo he optado por lo opuesto, por un comienzo ligero de cascos o algo peor que aunque menos solemne estoy convencida que es más chisposo y entrañable. Por que es de lo que se trata, no? pues ea, que así sea.
Así que, que sepas que soy la alegría de la huerta. De mi propia huerta, que después de haber pasado una primavera gélida, un mes de junio pasado por agua, un julio abrasador y requeteseco, hoy puedo decirte que ya estoy cosechando mis tomates, mis deliciosos tomates, pepinos para dar y tomar, calabacines que nos salen por las orejas, docenas de lechugas que hemos estado repartiendo con mi vecina Edith porque nos salían cogollos por la coronilla... qué mas? zanahorias que ya han caído todas salvo las que estoy dejando florecer para tener semillas para el año que viene, acelgas que han sufrido lo insufrible -unas heroínas te lo digo yo- fresas, aromáticas, colirrábanos, rabanitos... y los últimos trasplantes que ya están en marcha: coles, escarolas y berros para cuando refresque, el último tirón del año hortelano.
Es genial esa sensación de independencia del supermercado. Es un ejercicio fantástico para recobrar un poco ese punto de cordura frente a la comida de plástico e impregnada de pesticidas. Este bizcocho está inspirado en este concepto. Una elaboración básica a rabiar, sin camuflajes, algo que antes nuestras abuelas hacían siempre pero que al dejar de tener acceso a materias primas naturales con sus sabores puros y sin adulterar hemos perdido. Para saborear este bizcocho es indispensable usar productos que no hayan pasado por una planta de manipulado: leche cruda y huevos frescos, directos de granja. Harina de trigo de molienda artesanal, mantequilla casera y miel .. la miel! hecha por una amiga de la familia, clara y suave, como un sirope, sin empachar, sin estridencias... y hecha con abejas sanas, que pueden recolectar en flores y cultivos sin pesticidas, que viven sin antibióticos ... un bizcocho arcaico donde el único símbolo del modernismo químico culinario está en los polvos de hornear pero prometo ante estos fueros que algún siglo de estos lo haré con masa madre para que el conjuro quede completo y sin adulterar.
Pero hoy, no. Hoy versión rápida. Aclaraciones obligadas: sobre el harina de maíz. Yo he usado harina de maíz blanco precocida -marca PAN, la de toda la vida-. Tenía una harina de maíz amarillo biológica y ya que hablamos de mundo natural el sentido común apunta que hubiera sido la más apropiada para este bizcocho pero he de confesar que cada día soy más escéptica del mundo BIO. Cada vez tengo más claro que es un montaje snob para cobrarnos el tripe por lo mismo.. y tengo pruebas, pero hoy no entro en harina de otro costal. Respecto a la miel... las cantidades de miel!!! qué difícil, porque cada miel tiene su punto de espesor y dulzor así que lo que me vale para mí puede que sea excesivo -o corto- para ti. Aquí no tenemos más remedio que calcular a ojo y obrar con prudencia. Endulzar demasiado este bizcocho es cargártelo, así te lo digo. Es preferible que lo hagas más neutro y en todo caso lo sirves con azúcar glas por encima o con un poco de glaseado.
Y por último, el bizcocho es gigante. He usado un molde de 40x30cm. No dudes en usar la mitad de las cantidades para un molde más pequeño. Usa formatos de base amplia y poca altura.
Ingredientes:
Preparación:
- 250gr. de nata entera
- 400ml. de leche entera
- 4 huevos
- 200-250ml. de miel (ya hemos hablado de este punto anteriormente)
- una pizca de sal
- 250gr. de harina de trigo repostera
- 250gr. de harina de maíz precocida
- 1 sobre de polvos de hornear (mis sobres son para 1/2 kilo de harina)
- una pizca de bicarbonato
Preparación:
- Precalienta el horno a 180ºC.
- Lo primero que vamos a hacer es convertir la nata en mantequilla. Para ello usa un robot de cocina con las aspas de mariposa o unas varillas eléctricas. Bate la nata hasta que se separe por completo el suero de la mantequilla. Reserva el suero en un vasito.
- Bate la mantequilla con los huevos y la miel y la pizca de sal. Cuando esté cremoso, añade el suero y la leche. A este batido, agrega las harinas y los polvos químicos previamente mezclados. Prueba la mezcla. Te va a dar una idea muy apropiada de como vas de miel. Si lo notas soso, pues ea, echa algo más pero recuerda en echar el freno, debe conservar ese puntico salado, dulce y salado al tiempo, recuerda que siempre le puedes endulzar más a la hora de servir con un glaseado o borrachito con un poco de almíbar.
- Engrasa el molde con un poco de mantequilla. Truco para dejarlo engrasado lo más ligero posible: pone un poquito de mantequilla en el molde y lo introduces al horno que ya lo tendrás listo o casi listo. Unos segundo después lo sacas -ojo al trapo que te quemarás- y con ayuda de un pincel extiendes la mantequilla derretida. Si le pusiste demasiado, ve al fregadero lo vuelcas y deja que gotee todo el exceso de grasa. Corta una tira de papel de hornear más o menos del tamaño de la base y lo colocas en el molde. Vuelca la masa, la repartes uniformemente y lo horneas unos 45 minutos o hasta que veas que el centro está cocido.
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