Garbanzos con setas

Hoy voy a contarte una historia muy pero que muy turbia y chungaza donde las haya. Y mira que es la pura verdad porque no voy a exagerar nada para que parezca más grotesca y peliculera. Allá voy:

Hace unos meses, leyendo un libro de misterio, uno de los personajes -un alemán- tenía una cicatriz en la cara y el detective dedujo que había sido un nazi que había pertenecido a alguna hermandad de estudiantes. Me llamó la atención porque vivo en una ciudad llena de fraternidades donde cada miércoles, sus devotos se visten con un traje y gorrita de estudiantes del S.XIX y se pasean tan orgullosos por todo el centro. Le pregunté al Günter y con una media sonrisa burlona, me dice: "pues claro, ya te conté la historia cuando llegamos, lo de los duelos, ¿te acuerdas?

A ver, yo recordaba una historia de no sé qué duelos con sables -que además se hace en un evento concreto al comenzar cada otoño la universidad sus clases- que lo interpreté como una pantomima más como tantas otras: saltar sobre la fuente de Santa Bárbara cuando se licencian y alquilar una carreta de caballos llena de barriles de cerveza o cosas por el estilo en plan rituales para novatos. Pero por el amor hermoso, nada sabía yo del Schmiss y del Mensur.
Durante siglos -en Alemania, Austria y Suiza mayormente- han existido fraternidades de estudiantes donde se juntaban los cachorros de las clases más selectas e influyentes. A ellas, no podía acceder cualquiera. Pertenecer a una hermandad era algo muy selecto y para toda la vida. Al principio, había duelos como en todos lados pero ya se sabe que los duelistas eran perseguidos. 

En cambio, en las fraternidades los duelistas no pretendían darse muerte por sentir su honor agraviado. Qué va, se batían para darse tajos, para demostrar que no se inmutaban ante el dolor ni retrocedían ante las heridas por muy graves que fueran. Cuando uno de ellos era herido, se le atendía, se le ponía algún punto -cuantos menos mejor porque el que tuviera más, perdía- y hala, a seguir dándose sablazos. Y el que ganaba el Mensur, el que sobrevivía a las infecciones y los tajos, ese se convertía en un símbolo para la hermanad. Esas cicatrices -Schmiss- se hacían en la cara para poder lucirlas públicamente y cuanto más grandes y feas, pues mucho mejor.

Hoy los duelos se hacen con muchas protecciones para que los cortes se den solo en la cara sin sacarse los ojos, cortar narices o tajar cuellos como pasaba antiguamente. Y se siguen haciendo a día de hoy entre fraternidades; unas contra otras, a ver quién tiene más huevos.

De hecho, cuando llegan los de primer año, se les intenta reclutar: cervezas gratis, fiestas, chicas, buenos trabajos al licenciarte, residencias de estudiantes baraticas... y todos ellos -varones, claro- preguntan: "Y lo del Mensur ¿es obligatorio?" "Pues sí, lo es" "Y ¿si yo no quiero ser duelista?" "Pues hay que serlo" "pues entonces, nada". "Pues nada".

Y ahora que lo sé, ya he visto a más de un cara-tajada.


Ingredientes:
  • 600-700gr. de garbanzos cocidos
  • 2 patatas medianas cortadas en cubitos pequeños
  • 300gr. de setas 
  • 100gr. de bacon o panceta en tiras
  • 3-4 cdas. de salsa de tomate
  • 1 litro de caldo de verduras
  • 1 cebolla mediana, 1 rebanada de pan y 1-2 ajos para el sofrito
  • hierbas a tu gusto

Preparación:
  1. Saltea con un poquito de aceite de oliva, las setas y el bacon ambos cortados. Reserva.
  2. Para el sofrito: saltea ahora (también con un poco de aceite) el pan, la cebolla y el ajo. Lo pasas por la trituradora con un poquito de agua y lo reservas.
  3. En la misma sartén, pon los garbanzos y las patatas a cocer con el caldo y la salsa de tomate.
  4. Cuando las patatas están tiernas añade el sofrito, deja que espese unos 5 minutos. Añades las setas, el bacon y espolvoreas un poco de hierbas frescas a tu gusto



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